sábado, 26 de noviembre de 2011

TANTO TIEMPO!

Hola...! Hace muchísimo que no escribo en este blog. Tampoco me animo a darlo de baja, porque aunque no lo haya actualizado, "algo de mí" queda acá y no quiero eliminarlo.

Ando muy ocupada actualizando mi sitio web
www.mirta-nunez.com.ar

Escribiendo semanalmente mi boletín electrónico "Familia y Planificación Personal", que ya cumplió los 500 números.

Y como si fuera poco con intensa actividad en mi fanpage de Facebook:
www.facebook.com/dra.mirta.s.nunez

Los espero por allí.

domingo, 31 de enero de 2010

CALLEJERO, por Alberto Cortez

TUS HIJOS NO SON TUS HIJOS, de Kahlil Gibran

Tus hijos no son tus hijosson hijos e hijas de la vida
deseosa de si misma.
No vienen de ti, sino a traves de ti

y aunque estén contigono te pertenecen.
Puedes darles tu amor,pero no tus pensamientos,

pues,ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,pero no sus almas,

porque ellas,viven en la casa del mañana,
que no puedes visitarni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,

pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual,

tus hijos como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinacionen tu mano de arquero

sea para la felicidad.

Kahlil Gibran

martes, 5 de enero de 2010

NO TE RINDAS, de Mario Benedetti

NO TE RINDAS

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.



No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.


No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti

HASTA SIEMPRE, GANDHITO, por Mirta Núñez


Dicen que tenía 13 años. Nunca lo sabré con certeza.
Sólo sé que vivió 7 años en mi casa y que en esos años aprendí a quererlo, entenderlo, cuidarlo, mimarlo, curarlo, alimentarlo, decodificar su ronroneo.

A cambio, me llenó de ternura y agradecimiento por haberlo sacado de la calle, donde pasaba hambre y se mojaba cuando llovía.

Provengo de una familia "antigatos". Mi padre aseguraba que los gatos son traicioneros, que no se puede confiar en ellos, a diferencia de los perros, que son más fieles. Y yo me lo creí hasta que conocí a Gandhi, el gato más bueno del mundo, tan necesitado de amor, incapaz de hacerle mal a nadie.

Últimamente tenía problemas para comer. Sus pocos dientes ya no daban más y el veterinario aconsejó hacerle una limpieza dental, con anestesia total. Pensé que así le daría mejor calidad de vida y dejaría de tragar el alimento sin masticar.

Le costó salir de la anestesia. Parecía eterna. Cuando se le fue el efecto comenzó a tener fiebre. No sólo seguía con problemas para comer sino que ni siquiera tomaba agua por sus propios medios.

Hasta ese día tuve temor de que no saliera vivo de la situación, pero sorpresivamente empezó a mejorar, a comer alimento blando y duro, a tomar agua, a andar por toda la casa como antes.

Zafó - pensé - Gandhi ya está bien, por suerte. Ya sé que es un gato viejo, pero no se morirá de esto. Todavía un tiempo más puede vivir. Fue un susto nomás.

El 30 de diciembre, cuando me iba a trabajar, él quedaba en el balcón tomando solcito. Me despedí de él diciéndole:

- Dale, chancho burgués, vos seguí ahí tomando sol que yo me voy a hacer la última recorrida de tribunales del año...:-)

Por la noche, al regresar, no me vino a esperar. Estaba medio escondido en una silla y en silencio (cosa rara en él, porque si los animales se parecen a sus dueños, era verborrágico como yo).

Tenía visitas y hasta bromeé acerca de que era un gato tan inteligente que ya había aprendido a detectar quiénes de mis amigas lo querían y quiénes rechazaban a los gatos.

El último día del año. al despertarme, lo llamé desde la cama. No venía. Raro. Estará tomando sol en el balcón, pensé. Me levanté y comencé a buscarlo por la casa y nada. ¿Dónde se habría metido? Lo encontré en el último lugar que miré, que es donde se escondía cuando algo le daba mucho miedo: entre mi cama y el placard, muerto.

Pegué un grito de dolor y rompí en llanto.
Otra vez un 31 de diciembre lo comenzaba con una muerte.
Hace años fue la de mi hermano, ahora la de Gandhi.

¿Sería esa su traición? Dejarme justo en esa fecha, tan dolorosa para mí.

Después pensé que tal vez, sabiendo que iba a sufrir, eligió una fecha tan importante para mí, para que dimensionara la proporción entre un dolor y otro.

¿Qué se hace con un gato muerto, le pregunté al veterinario?
Decidí llevarlo allí para hacerlo cremar y no guardar sus cenizas.

Al rato saqué de mi casa todo lo que le había pertenecido y lo llevé al Hospital Italiano para otros gatos allí abandonados. De allí había venido Gandhi 7 años antes.
Recién ahí sentí un poco de paz. Pero todavía me levanto y me salen ciertos automatismos que tenía mientras él estaba en casa.

Y me parece raro abrir la puerta y no encontrarlo.
Fue mi primera mascota. El que me enseñó a perderle el miedo a gatos y perros.
Me enseñó muchas cosas más.

HASTA SIEMPRE, GANDHITO.

Gracias por haberme hecho mejor ser humano.
Coincido con las palabras de Anatole France: "Hasta que no hayas amado a un animal, parte de tu alma estará dormida".





martes, 24 de noviembre de 2009

Invictus, de William Ernest Henley

INVICTUS.


Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada

sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas
e ira yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años me encuentra,
y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
S
oy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley (uno de los poetas favoritos de Nelson Mandella).

viernes, 6 de noviembre de 2009

Frase de Confucio

"Si ya saber lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que antes".

Confucio (551 AC-478 AC) ,Filósofo chino.

viernes, 23 de octubre de 2009

¿COMO SERA? de Ana Márquez - poesía -

¿COMO SERA?


¿Cómo será?
eso de avanzar sin trabas,
alentada, que cada piedra,
en lugar de un sobresalto,
sea un adorno íntimo del paisaje.

¿Cómo será?
Enviar mi intención hacia ese músculo lejano
de mi feudo en eclipse y que se me ofrezca
vasallo y sumiso...
La piel despierta, por fin,
de su sarcófago sueño.

¿Cómo, cómo será?
Andar alegremente,
despreocupada,
abierta de brazos como un crucifijo
a lo venidero
como lo estoy a lo pasado...

¿Cómo será?
eso de avanzar sin trabas,
alentada, que cada piedra,
en lugar de un sobresalto,
sea un adorno íntimo del paisaje.

¿Cómo será?
Enviar mi intención hacia ese músculo lejano
de mi feudo en eclipse y que se me ofrezca
vasallo y sumiso...
La piel despierta, por fin,
de su sarcófago sueño.

¿Cómo? ¿Cómo demonios será?
Eso de ser feliz,

¿cómo será?

Ana Márquez (española)
http://coneltiempoenmisbrazos.blogspot.com/2009/10/como-sera.html

MADRE HAY UNA SOLA - humor -

# Madre hay una sola

- Hola mamá, ¿te puedo dejar a los niños esta noche?
- ¿Vas a salir?
- Sí
- ¿Con quién?
- Con un amigo
- No sé porqué te separaste de tu marido, es un hombre tan bueno...
- Yo no me separé, él me dejó, mamá.
- Tú dejaste que se fuera y ahora andas por ahí con cualquiera
- No ando con cualquiera, mamá. Bueno, te puedo dejar los niños?
- Yo jamás los dejé a Uds. para salir con alguien que no fuera tu padre.
- Hay muchas cosas que tú hiciste y yo no hago Mamá.
- ¿Qué me quieres decir?
- Nada, sólo quiero saber si te puedo llevar los niños.
- ¿Vas a quedarte a dormir con el otro? ¡Qué diría tu marido si se llega a enterar!
- Mi EX- MARIDO, ¡mamá! Y no creo que a él le preocupe, desde que nos separamos no debe haber dormido ni una sola noche solo. - Entonces te vas a quedar a dormir con ese vago.
-¡No es un vago!
- Un hombre que sale con una divorciada con hijos es un vago, y un vividor.
- No quiero discutir ¿te llevo los niños o no?
- Pobres criaturas, ¡con una madre así!
- ¿Así cómo?
- Con pajaritos en la cabeza, por eso te dejó tu marido.
- ¡Basta! - Y más encima me gritas, ¿seguramente a ese vago con el que sales también le gritas?
- ¿Ahora te preocupa el vago?
- ¿Viste que es un vago? Yo me di cuenta de inmediato.
- Ya… mejor te corto. - Espera, no cortes, ¿a qué hora me traes los niños?
- ¡No te los voy a llevar… porque no voy a salir!
- Pero, cómo... si no sales nunca..., ¿cómo piensas rehacer tu vida? ¿o pretendes quedarte sola el resto de la vida? Aló… ¿Aló? Más encima me corta…cualquiera desearía tener una madre tan comprensiva como yo… Ese es el dolor de ser madre .


martes, 20 de octubre de 2009

EL PERICON, de Carolina Aguirre


El pericón


Cuando mi prima tenía cinco años, le tocó bailar el pericón con un compañerito de jardín en el acto del veinticinco de mayo. Desde entonces quedó convencida de que ese nene, además de su compañero de baile, era su novio. La relación —unilateral y fantasiosa pero intensa— duró hasta la clase de música del año siguiente, cuando tuvo que bailar con otro chico y nos avisó que tenía un novio nuevo. Este segundo nene, por supuesto, tampoco se enteró de la relación.

En esa misma época, una amiga conoció a un tipo por chat. Se habían visto dos veces cuando él le dijo que estaba confundido y que necesitaba un tiempo. Ella se quedó a la espera, mientras él la ignoraba por facebook y le contestaba con monosílabos los emails. Al mismo tiempo, yo, su fiel amiga, padecía su monólogo interminable sobre el tipo todas las tardes en el teléfono. En nombre de la amistad —y ablandada por su llanto continuo y profuso— perdí horas preciosas analizando sus gestos, leyendo entre líneas sus e-mails, e incluso ayudándola a redactar las respuestas, hasta que un día no aguanté más y le dije que si volvía a hablar del tipo no volvía a atenderle el teléfono.

Es muy común que después de una ruptura amorosa una amiga necesite hablar. Incluso puede llorar sin decir nada durante horas, pedirte que vayas a tu casa, o instalarse en tu sillón con cuatro kilos de masas finas y una película. Es un hábito insufrible, es cierto, pero las mujeres tenemos la necesidad imperiosa, vital, de analizar y desmenuzar cada aspecto de la relación para poder hacer el duelo. Y como todas alguna vez le freímos el cerebro a una amiga, aunque la otra se ponga muy pero muy pesada, lo correcto es poner la oreja y aguantar.

Sin embargo, al menos para mí, el tiempo que se puede llamar llorando por un hombre es directamente proporcional al tiempo que estuvieron juntos. Puedo escuchar durante un año a alguien que se divorció después de una década o bancarme toda una semana a una amiga que salió unos meses con un tipo que le gustaba. Pero por dos o tres citas o dos conversaciones por internet, no soporto más de veinte minutos. A eso —a salir dos veces con alguien y hablar todo el día como si fueran novios— yo lo llamo “bailar el pericón”.

Las mujeres que bailan el pericón no caen una sola vez, sino que lo hacen todos los meses con un tipo distinto, después de un encuentro fortuito que siempre, pero siempre, les parece el puntapié de una relación para toda la vida. Conocen a alguien un sábado a la noche, charlan un rato, le dan el teléfono y desde el domingo a la mañana te empiezan a taladrar el cerebro con horas de conversación inverosímil, infundada y delirante sobre el futuro de la no-relación. “Me parece re dulce, porque me dijo que los domingos estaba con su familia”, “Yo creo que él necesita alguien que lo cuide porque se nota que está desprotegido”, “Yo no me voy a bancar que él se pase los fines de semana en el country. Haremos uno y uno o veremos. Pero va a tener que ceder, porque el fin de semana yo quiero hacer cosas” repite, durante toda la semana, obligándote a perder el tiempo hablando de una persona que ni siquiera sabe si va a volver a llamar.

Si llama, el asunto no mejora. Al contrario. En vez de calmarse, se ponen más ansiosas, más pesadas, más monotemáticas. De repente, le dejan de decir “el tipo que conocí el sábado” y empiezan a hablar de él usando el nombre de pila como si se conocieran hace mucho tiempo: “Ah, no sé si puedo ir el viernes, porque quizás hago algo con Juan” te explican, como si todos los fines de semana salieran juntos. O te cuentan que Juan es re ordenado cuando vos te quejás de que el tu novio es un roñoso impresentable, cuando en realidad, sólo vieron una foto del departamento del tipo por facebook. Esperan agazapadas, cualquier grieta en la conversación para empezar a hablar del muchacho de este mes hasta que sus oyentes le rezan a dios para que las deje sordas o le organice un accidente a ella en el que además de desmayarse, les amputen la lengua.

Y peor si el tipo no las registra. Este tipo de amigas te pueden hablar años de un hombre que no sabe que existen. Pueden obligarte —con sus ojos de perro abandonado— a interpretar las señales de su vestimenta (Vino re arreglado porque sabía que yo iba a ir), los errores de su Outlook Express (Si no quiere hablar conmigo ¿Para qué me incluyó en la cadena de mail? Es obvio que está buscando una forma de acercarse) o su indiferencia (Cuando yo paso siempre mira para otro lado, qué casualidad, como si tuviera que disimular).

Para no herir sus sentimientos, durante semanas —y a veces meses— una soporta estoicamente su cháchara llena de afirmaciones y flash forwards improbables cada vez más aburridos. De vez en cuando le damos un consejo: “No te apures, tomatelo con calma” fingiendo que temés por su bienestar cuando lo único que necesitamos es que nos deje de hacer perder el tiempo de nuevo.

Previsiblemente, este tipo de amistades solo tienen dos salidas. O soportás sus romances infantiles e unilaterales de princesa senil a expensas de tu tiempo libre y de tu familia, o les explicás que están bailando el pericón y que te tienen podrida. En el primer caso, te odiás a vos misma por haber perdido tanto tiempo teniendo la misma conversación con nombres distintos. En el segundo, ella se ofende y se va a bailar el pericón al teléfono de otra amiga. Yo, durante años elegí la primera. Me parecía poco noble no escuchar las penas de una amiga. Sin embargo, en este último tiempo, será que estoy más vieja o que tengo menos paciencia, ni bien me llaman y empiezan a bailar, ni las escucho ni les digo nada. Simplemente les apago la música.

Fuente: Bestiaria : relatos e imágenes de mujeres Weblog de Carolina Aguirre

sábado, 17 de octubre de 2009

viernes, 16 de octubre de 2009

Respeto, de Mario Rosen

R E S P E T O!!!!! En mi casa me enseñaron bien.Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:

Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.

Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papá y mamá.Y esta regla se cumplía en ese estricto orden. Una exigencia de mamá, que nadie discutía... Ni siquiera papá. Astuta la vieja, porque así nos mantenía a raya con la simple amenaza: “Ya van a ver cuando llegue papá”. Porque las mamás estaban en su casa. Porque todos los papás salían a trabajar... Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás volvían a su casa.. No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue. El respeto por la autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas.Usted probablemente dirá que ya desde chiquito yo era un sometido, un cobarde conformista o, si prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar. Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas. Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y consistentes como eran “lavarse las manos antes de sentarse a la mesa” o “escuchar cuando los mayores hablan”.Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran. No había diferencias. Éramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera. Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié “las reglas” mediante el sano y excitante proceso de la “travesura” que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. Siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente.La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental. No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables. No me diga, uno así vive en un mundo predecible. El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto las travesuras no eran acumulativas. Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal castigo. Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir.Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi casa. Pero no. Me enseñaron bien, pero estaba todo mal. Lenta y dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había “travesuras” sin “castigo”, y una enorme cantidad de “reglas” que no se cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido (o un boludo, si me lo permite).El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas para arriba. Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: "la impunidad". ¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad. En mi casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero también había piedad. Le explicaré: Justicia, porque “el que las hace las paga”. Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato.Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa. Y así creí que sería en la vida. Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara. En mi casa había una“Tercera Regla” no escrita y, como todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado. Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:Regla N° 3: No sea insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase responsable, y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su lugar.Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo. Eso es lo que nos arruinó. LA INSOLENCIA. Usted puede romper una regla -es su riesgo- pero si alguien le llama la atención o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable. Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son travesuras que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad plagada de insolentes. La insolencia de romper la regla, sentirse un vivo, e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar. Así no hay remedio.El mal de los Argentinos es la insolencia. La insolencia está compuesta de petulancia, descaro y desvergüenza. La insolencia hace un culto de cuatro principios:- Pretender saberlo todo- Tener razón hasta morir- No escuchar- Tú me importas, sólo si me sirves. La insolencia en mi país admite que la gente se muera de hambre y que los niños no tengan salud ni educación. La insolencia en mi país logra que los que no pueden trabajar cobren un subsidio proveniente de los impuestos que pagan los que sí pueden trabajar (muy justo), pero los que no pueden trabajar, al mismo tiempo cierran los caminos y no dejan trabajar a los que sí pueden trabajar para aportar con sus impuestos a aquéllos que, insolentemente, les impiden trabajar. Léalo otra vez, porque parece mentira. Así nos vamos a quedar sin trabajo todos. Porque a la insolencia no le importa, es pequeña, ignorante y arrogante.Bueno, y así están las cosas. Ah, me olvidaba, ¿Las reglas sagradas de mi casa serían las mismas que en la suya? Qué interesante. ¿Usted sabe que demasiada gente me ha dicho que ésas eran también las reglas en sus casas? Tanta gente me lo confirmó que llegué a la conclusión que somos una inmensa mayoría. Y entonces me pregunto, si somos tantos, ¿por qué nos acostumbramos tan fácilmente a los atropellos de los insolentes? Yo se lo voy a contestar. PORQUE ES MÁS CÓMODO, y uno se acostumbra a cualquier cosa, para no tener que hacerse responsable. Porque hacerse responsable es tomar un compromiso y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado, o criticado. Además, aunque somos una inmensa mayoría, no sirve para nada, ellos son pocos pero muy bien organizados. Sin embargo, yo quiero saber cuántos somos los que estamos dispuestos a respetar estas reglas. Le propongo que hagamos algo para identificarnos entre nosotros. No tire papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un tacho de basura. Si no hay un tacho de basura, llévelo con usted hasta que lo encuentre. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted y cumpla con la regla 1. No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel. Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla. Si es un automovilista, respete los semáforos y respete los derechos del peatón. Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.Todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA. Yo creo que la insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad individual. Creo que la grandeza de una nación comienza por aprender a mantenerla limpia y ordenada. Si todos somos capaces de hacer esto, seremos capaces de hacer cualquier cosa... Porque hay que aprender a hacerlo todos los días. Ése es el desafío. Los insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el tiempo. Nuestro país está condenado: O aprende a cargar con la disciplina o cargará siempre con el arrepentimiento.¿A USTED QUÉ LE PARECE? ¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE ?Espero no haber sido insolente. En ese caso, disculpe. Dr. Mario Rosen (¿Sería muy insolente si le pido que lo reenvíe?)

jueves, 8 de octubre de 2009

Lo primero que aprendí en la Facultad, por Mirta Núñez

LA JUSTICIA CUANDO LLEGA TARDE NO ES JUSTICIA

Nada más que esto quería decir.
Señor Juez: mis clientes no pueden esperar más.
¡ Haga algo y hágalo ya!
Pero por favor, antes de dictar sentencia, LEA TODO EL EXPEDIENTE.

Mirta Núñez (abogada)
www.mirta-nunez.com.ar

Corazón Libre (Merecedes Sosa, Rafael Amor)

domingo, 4 de octubre de 2009

sábado, 26 de septiembre de 2009

del autor de "El Principito"

“Lo que embellece al desierto es que en alguna parte esconde un trozo de agua”

Antoine de Saint-Exupery

Teatro: "Oruga" Bullying, de Alejo Beccar

jueves, 24 de septiembre de 2009

Cuerpos dolientes, por Mirta Núñez



¿Cuánto dolor puede soportar un ser humano en un período crítico de su vida?

¿Hasta dónde "el cuerpo aguanta"? ¿Cuándo empieza a gritar ese cuerpo lo que no se pudo gritar en palabras?

De pronto un infarto que estalla, una úlcera que se perfora, un pulmón que no permite fluir el aire, dan cuenta de la acumulación de dolores transitados.

Dolores-no-físicos, sino del alma.

Esos que empezaron en el alma y se pasaron al cuerpo. Se hicieron gráficos en el cuerpo. Hablaron a través de los órganos y sus funciones/disfuncionales se hicieron "para parar la pelota".

Si terminás en terapia intensiva o en un quirófano, cuando salís - si te salvaste - tenés una vida nueva y querés una vida nueva. Sabés que te salvaste para seguir viviendo, pero no igual, sino mejor. Porque no querés volver a la cercanía del túnel sino que querés salir al sol.

¿Qué tendrás que matar dentro tuyo para no morirte vos?
¿Qué tendrás que soltar dentro tuyo para poder andar vos?
¿De quién tendrás que separarte de tu entorno?
¿A quién deberías acercarte más?
¿A quién es indispensable que olvides, entierres, dejes partir?
¿A quién es preciso perdonar?

La vida siempre puede más, suele decir mi amiga Lucy - la estoica -

Y cuando la crisis se supera uno se pregunta cómo pudo soportar tantos años tal vínculo, tal malestar, tal situación que a fuerza de cotidiana se naturaliza aunque sea siniestra.

¿Hay salida? Sí, la hay si se la busca. Generalmente se encuentra por el mismo lugar donde se entró. Conviene buscar por allí.

Mirta Núñez
http://www.mirta-nunez.com.ar

domingo, 20 de septiembre de 2009

viernes, 18 de septiembre de 2009

El frente del Liceo 9



La puerta del Liceo 9 ahora: tiene colores que no tenía, pero tiene rejas que antes no necesitábamos. Queda en Conesa y Sucre, a la vuelta de la Estación Belgrano R y después del Nacional Buenos Aires y el Carlos Pellegrini, es uno de los mejores colegios públicos.

Mirándolo bien, tiene un aspecto menos solemne que el de la paqueta Facultad de Derecho de la UBA de la que egresé años después, verdad?

Mirta Núñez, egresada 1975
www.mirta-nunez.com.ar

domingo, 13 de septiembre de 2009

Las cenizas de mi ex, por Mirta Núñez

El sábado se cumplieron seis años de la muerte de mi padre y contándole por mail a una amiga que vive en Estados Unidos, le decía que mi padre había pedido cremación y que para mí una de las cosas más difíciles de afrontar había sido recibir en mis manos la urna con las cenizas "calientes" y "el peso" (que al menos yo, sentí inmenso) que tenía esa urnita tan pequeña.

En mi fantasía las cenizas de un muerto eran algo casi etéreo que no pesaba nada.
Ignoraba también que cuando te entregan las cenizas las misma todavía están calientes.

Fue un impacto muy fuerte el que me causó la situación y ya le dije a mi madre que en lo posible no me haga el mismo pedido para ella, si me toca a mí tener que despedir sus restos algún día.
Aunque ahora ya sé que un cuerpo cremado "pesa" y que la urna bien se podría retirar al día siguiente, cuando ya esté fría. En fin...

Mi amiga me responde - como siempre, con un largo mail - y en una parte me escribe lo siguiente:

"Te he contado algo muy gracioso? En uno de mis viajes a Salt Lake City encontré en una tienda una urna que dice "Ashes of my Ex", (Cenizas de mi Ex) e inmediatamente la compré. Mis amigas quieren una igual pero nunca he vuelto a ver otra igual y en una de las últimas visitas de Raúl se me olvidó y no la guardé. Está en un librero que hay en la cocina y él se sentó justamente enfrente, sin comentarios."

Me tiento de risa de imaginarme la escena.Pobre hombre su ex, ver como adorno una urna con sus imaginarias cenizas. No, si los yankees las piensan todas.

Un asesor de marketing me diría que bien podría ofrecérselas en venta a mis clientas cuando se divorcian.¿Dónde me dijiste, Lupita, que la compraste?

Mirta Núñez

martes, 1 de septiembre de 2009

viernes, 28 de agosto de 2009

sábado, 8 de agosto de 2009

DIRECTORIO DE AVISOS PROFESIONALES ARGENTINOS


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Todos los profesionales argentinos en un solo sitio.

LA EDAD Y LA FELICIDAD, André Gide



La edad no logra quitar a la voluptuosidad su atractivo ni al mundo entero su encanto.Al contrario, a los veinte años...estaba menos contento con la vida.Abrazaba más tímidamente, respiraba con menos fuerzo y me sentía menos amado.Cabe que me inclinara también a la melancolía: no había comprendido todavía la belleza superior de la felicidad.

André Gide

viernes, 7 de agosto de 2009

martes, 28 de julio de 2009

EQUIVOCADA (poesía)

Era un tiempo donde subía por el arcoiris

tenía la alegría instalada hasta en los botones de la blusa.

Creía que las rosas no se marchitaban nunca.

Pensaba que después de patalear , gritar y llorarla tristeza desaparecía.

Y que un día nadie en el mundo iba a sentir

el frío de la luna o el temblor en los ojos por los pájaros ahogados sin estrenar sus alas.

Hoy en la agenda lo primero que anoté fué :equivocada.


Graciela Wencelblat.

Enviada por mi amigo Miguel Candamil

sábado, 25 de julio de 2009

EL EXITO Y LA ENVIDIA, por Fabio Lacolla


EL EXITO Y LA ENVIDIA

El éxito es solo la mitad bonito
cuando no hay nadie que nos envidie
Norman Mailler

La envidia es desear que el otro no disfrute lo que tiene, es la tristeza ante el bien ajeno, no poder soportar que al prójimo le vaya bien y ambicionar sus goces y posesiones.El anhelo del envidioso es tener aquella que considera inalcanzable para él, ya que considera que las cosas tiene un plus de valor cuando están en manos de otro y, por eso, sufre.Suele buscar aliados para ir en contra de ese otro que no merece la posesión de sus bienes o atributos.

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Lo que se envidia es la tenencia y no el ser; por lo tanto, la apariencia.Yo quiero lo que tiene el otro, pero no quiero ser el otro.El envidioso siempre quiere un fragmento, una parte; recorta del prójimo lo que considera bueno pero, obviamente, no envidia lo malo.
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Es difícil ocultar la envidia, se nota en la mirada, en la entonación de voz, en el silencio.Para el filófoso polaco Leszek Kolakowski, la emoción de la envidia posee dos vertientes y ambas son específicamente humanas.
Una de estas vertientes puede expresarse con las palabras: "Yo quiero tenerlo lo mismo que tiene aquel"; la otra, en cambio, con la frase: "Yo no quiero que aquél tenga más que yo".

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A diferencia del odio, que ya sea por ideología o por una simple evidencia está justificado y nadie se avergüenza de experimentarlo, la envidia trata de ocultarse.Si la envidia se percibe, no es porque el envidioso así lo quiera, sino porque lo que muestra o se descubre es muy a su pesar.
La envidia no daña al envidiado; en cambio, daña al propio envidioso.
No hay una envidia sana y otra enferma.El que rotula su envidia como sana es porque con ese rótulo supone un menor castigo divino por incurrir en un pecado capital.La envidia es más allá de los sujetos y por definición, pecaminosa.Quien admira lo hace sin la intención de desposeer al prójimo de algún atributo o logro cometido; en cambio, quien envidia encuentra en el fracaso el alimentos que sacia el hambre del envidioso.
El exito es la ocasión para despertar esa terrible sensación de carencia a la cual muchos envidiosos recurren, a mi gusto, porque les sobra el tiempo.


Fuente: El libro del éxito, de Fabio Lacolla (psicólogo)

EL MATRIMONIO, por Eduardo Cárdenas

Mi padre sabía qué hacer con un hijo adolescente, o creía que lo sabía; yo mismo creía saber qué era el matrimonio cuando me casé; actualmente, el matrimonio es más una aventura que una institución y tener un hijo adolescente significa no solamente coraje sino también dudas y perpejlidades.

Eduardo J. Cárdenas, ex Juez, abogado, "Amor y Justicia: un complicado matrimonio".





martes, 21 de julio de 2009

LA PAREJA EN CAIDA LIBRE, por Rolando Hanglin



Tengo una amiga llamada Nélida.
Mide 1,59 m. de alto y pesa 63 kilos. Tiene 41 años. Estuvo casada, hace mucho tiempo. No tiene hijos. Es una mujer inteligente y trabajadora, que se desempeña con éxito en una agencia de publicidad. No es gorda, pero no es flaca. No es vieja, pero no es joven. No es fea, pero no es linda. Es solamente una persona muy agradable, y una gran amiga de sus amigos. Vive sola en una casita sin jardín, en Vicente López.
Nélida pasaba largas noches aburridas, sobre todo los fines de semana. Casi todas sus amigas, bien o mal, habían logrado formar pareja. Otras tenían sus grupos de pertenencia: el tenis, la metafísica, el yoga, la canasta, el burato, las pandillas femeninas del viaje a Buzios o Angra dos Reis o Jamaica, o Merlo-San Luis.
En una noche desesperadamente vacía, Nélida hojeaba el diario en busca de algo, hasta que vio lo que sus ojos se negaban a ver desde hacía años. Servicios útiles para el hombre y la mujer. Corría el mes de diciembre y ella estaba recostada en enaguas, descalza, en el pequeño living de su pequeñísimo departamento.
¿Por qué no llamar a un boy, un escort, un masajista...un hombre?
Se avergonzó de su propio deseo. Algo que no le habría parecido correcto a mamá o a papá. Pero los pobres viejos descansaban en sus nichos de la Chacarita, y Nélida estaba sola, precisamente en esa noche del último mes del año, cuando se cumplían dos lustros desde que el último novio fallido le había dicho adiós.
Llamó, pues, a un oscuro número, donde una telefonista tenebrosa le tomó los datos.
- En treinta minutos, Alec estará con usted. Por favor, permítale usar el teléfono para su llamada de control.
Nélida estaba loca de excitación. Corrió a la ducha, se empapó en champú y acondicionador, se perfumó y entalcó llena de pudor, se envolvió en dos batas de toalla.
¿Y ahora, qué hacer?
Fue muy sencillo. A la hora exacta llegó Alec, un flaco de buena figura. La sonrisa suelta, el ademán espontáneo, le indicaron de inmediato que se trataba de un buen muchacho. Tenía 23 años. Ojos color miel, cabello castaño, cuerpo bronceado.
Nélida no tuvo que hacer mucha cosa, ya que el chico era ducho en su oficio. Con ternura y firmeza la condujo en una noche de sexo breve pero intensa, como ella no había vivido nunca en su vida. Luego, Nélida ofreció un whisky.
A medio vestir en el sillón del living, completaron aquella velada de verano charlando sobre mil cosas. Ella necesitaba una amistad, y él también. Así llegaron las seis de la mañana. Alec recibió llamadas en el celular, pero rechazó distintas citas de madrugada.
Desde entonces, Nélida y Alec se encuentran una noche, o dos, por semana. La primera vez, Nélida pagó 100 dólares. Luego nada. A veces hacen el amor, charlan, cocinan, miran la tele, hojean las revistas.
¿Son amigos? Sí.
¿Son novios? No.
¿Son pareja? No.
¿Son amantes? No y sí.
¿Son una patrona y su empleado? No.
¿Son sobrevivientes? Tal vez.
Nélida y Alec son dos seres humanos que flotan en la caída libre de la pareja humana. Habrá que ver si al final nos estrellamos contra el piso o volamos hasta el Más Allá del Humanismo. Por el momento, caemos solos en el vacío y de vez en cuando nos tomamos de la mano. Formando figuras geométricas, a la espera de que el maldito paracaídas se abra de una vez. Pero...¿Quién lo chequeó?
Nadie.