sábado, 16 de junio de 2007

MI PADRE NO FUE UN GRAN HOMBRE, por Sergio Sinay

Mi padre se llamaba Moisés. Era hijo de Miguel y de Lea. Fue hermano de Marcos y de Rubén. Fue el marido de Miriam. Fue el padre de Horacio y de mí. Era el abuelo de Iván y de Javier. Cuando murió, hace dos días, tenía 85 años.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero hacía el más sabroso café con leche que jamás probé. Nos los preparaba cada mañana a Horacio y a mí, cuando íbamos al colegio, y nos lo servía con unos enormes panes con manteca y dulce.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero pelaba las naranjas como nadie. Las dejaba sin un rastro de ollejo, brillosas, lisas, tentadoras. Yo no quería comer naranjas si no las pelaba él. Mi padre no fue un gran hombre. Pero llenó de libros nuestra casa de la infancia y los dejó absolutamente a nuestro alcance. Nunca dijo "ese libro no es para vos". Y así aprendimos a amar la lectura desde chicos. Todavía hoy leo como entonces, como él. Con voracidad, con desorden, con placer. Mi casa está llena de libros, las bibliotecas son los muebles principales.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero a los 84 años aprendió a hacer señaladores de cuero, con sus dedos agarrotados, y me regaló uno, simple, bello y austero, con el que hoy guío mis lecturas.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero cuando yo tenía 10 años y Horacio 7 y vivíamos en La Banda, Santiago del Estero, compró entradas y un 9 de julio nos llevó a la cancha del Club Mitre a ver a River, que venía de gira. Seguimos el partido subidos a un sulky, porque no había lugar para nadie. Fue la primera vez que vi a River, y lo vi con Carrizo, con Lostau, con Labruna, con Pérez, con Pipo Rossi. Mi padre era hincha de Independiente, nosotros nos hicimos de River.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero nos llevaba cada domingo a la cancha a ver a Central Argentino, de La Banda, a pesar de que él era hincha del eterno rival, Sarmiento. Y hasta se alegraba con nosotros si ganaba Central.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero una tarde de mi adolescencia, en la trastienda de la farmacia que él y mi madre tenían en La Banda, me explicó cómo se hacían los chicos. Tartamudeaba y estaba rojo y sudoroso. Yo ya sabía, pero me fascinó su explicación.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero cuando hice mi viaje de egresado, en tren desde Santiago a Mendoza con mis compañeros del Colegio Nacional Absalón Rojas, me llamó aparte en el andén y me dio tres preservativos. "Tomá, por si los necesitás", me dijo. Y otra vez estaba rojo y sudoroso.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero un día, cuando cumplí doce años, se apareció en casa con el curso de dibujo de Los Doce Famosos Artistas como regalo. Y yo, que amaba las historietas, tuve como profesores a Hugo Pratt, a Alberto Breccia y a otros así.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero cuando me acariciaba, y me acariciaba mucho, tenía las manos tibias; y cuando me besaba, y me besaba mucho, tenía los labios suaves y húmedos.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero un día, cuando un chico más grande que yo, uno de los pesados de la cuadra, me estaba dando una paliza en plena calle, él apareció de la nada y cagó a patadas en el culo a mi enemigo.

Mi padre no fue un gran hombre. No me enseñó a manejar, pero resultó lo bastante confiado como para dejar las llaves del auto a mi alcance, de manera que una siesta las agarré, subí al Fiat 1500 verde y debuté por mi cuenta paseando durante dos horas, maravillado de que semejante artefacto respondiera a mis movimientos. Cuando se lo conté, mi padre sonrió casi complacido, casi aliviado.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero venía a verme cuando yo jugaba al basquet en los infantiles y en los cadetes del Club Olímpico y, al principio, me llevaba a los entrenamientos, y a mi hermano también. Y aunque él era un patadura, yo, creo, jugaba para él, para que él me admirara.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero, aunque jamás aprendió a andar en bicicleta, me sostuvo en la mía y no me soltó hasta que pude mantener el equilibrio por mi mismo. Y yo sabía que no me iba a dejar caer.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero lagrimeaba de orgullo cuando nos presentaba a Horacio y a mi y decía ``Estos son mis hijos´´. Lo decía con el mismo énfasis cuando eramos chicos y cuando nos hicimos hombres.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero nadie sabia contar ``El patito feo´´ como él. Y nadie tuvo su paciencia para narrármelo una y otra vez, siempre con el mismo entusiasmo, cada siesta y cada noche de mi niñez temprana, respetando mi necesidad de volver a oir mi cuento favorito.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero todavía a sus ochenta y pico era capaz de poner inyecciones como nadie, sin que sintieras ni el pinchazo ni el dolor. Muchas veces preferí inyecciones a otro remedio, porque sabia que estaba él para ponerlas.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero descubría siempre los mejores chocolates.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero hasta el último domingo de su vida leyó el diario de pe a pa y era un interlocutor informado y apasionado de los sucesos del mundo y de la vida.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero amaba el cine y las películas y nos enseñaba a amarlas junto a él; nos llevaba a las matinés del cine Renzi y a los estrenos del Petit Palais, del Grand Splendid, del Select o del 25 de Mayo. Disfrutaba como un chico de las de cowboys y hacia el sacrificio de llevarnos cinco días seguidos a ver ``La Cenicienta´´ o ``Sanson y Dalila´´ con Víctor Mature y Hedy Lamar. Ahora, en sus últimos tiempos, seguía contando escena por escena, como un personaje de Manuel Puig, cada película que veía en el cable, y lloraba de emoción o de bronca, según fuera una escena de amor o de injusticia.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero era el mejor público para contarle un chiste. No había que hacer grandes esfuerzos narrativos, el se descomponía de risa por el solo hecho de saber que era un chiste.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero cada vez que mi madre se lo pedía era el mejor ayudante de cocina. Nunca vi a nadie batir claras a nieve, como él. A mano.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero tenía la letra mas bella y firme que yo conozca. Me fascinaba ver cuando escribía cartas, cuando firmaba boletines o cuando hacia los discursos que después leía en las reuniones de la colectividad judía-santiagueña; yo observaba hipnotizado como iba surgiendo sobre el papel el dibujo de su caligrafía y como el mismo disfrutaba mientras su mano cobraba velocidad, calor e inspiración.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero me enseñó, con sus actos, que un hombre sI puede llorar. El lloraba de emoción o de dolor.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero supo despedirse antes de partir. El domingo a las cinco de la mañana me desperté y no pude volver a dormir por un largo rato. Era una hora silenciosa y quieta. De marea en baja. Entonces supe que, en la sala de terapia intensiva del hospital, él estaba muriendo. Que me despertaba suavemente, como cuando en las mañanas frías del colegio se acercaba a mi cama, me tocaba suavemente el hombro y me decía, en un susurro, `Pichu...arriba´´. Y que esta vez lo hacía para despedirse. En mi cama, en la oscuridad, no luché contra el insomnio, simplemente me despedí de él, le deseé buen viaje, le agradecí lo que tenía que agradecerle y le hice saber que, por mi parte, no había cuentas pendientes entre nosotros. Ninguna.

Me dormí nuevamente a las siete y el teléfono sonó a las ocho para pedirnos que fuéramos con urgencia al hospital. Entonces le dije a Marilen: ``Mi Viejo murió hoy a las cinco y media, es eso lo que nos van a informar´´. Un par de horas después, nos entregaron un certificado de defunción que decía: ``hora del fallecimiento: 5:30´´.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero enfrentó a la muerte entero y vivo. Peleó con sabiduría, conocedor de que la batalla sería posible mientras hubiera equivalencia. Cuando sintió que ya estaba, que había hecho lo suyo, que las reglas de juego habían dejado de ser parejas, dijo basta
. No lo dijo como un derrotado. Había comido una porción de las grandes (como a él le gustaban) de la vida; su último año y medio había sido de placer, de reivindicación y de buena vida. Entonces decidió que estaba a punto y murió. En su muerte, fue un modelo. Y no es poca cosa.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero murió como un señor. Sin degradarse sin deterioro, sin corromperse, como una persona íntegra y consciente. No huyo, no tuvo miedo, llego vivo a su muerte. Y cuando lo vimos, antes de ocupar su cajón, su rostro era plácido, pacífico, como quien sueña sueños íntimos y felices o como quien observa deslumbrado algo que lo hará feliz pero de lo que no quiere hablar. Era, en ese momento y en ese lugar, en la morgue del hospital, nada menos, un viejo hermoso y sereno.

Así nos despidió. Soltándose, soltándonos.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero fue honesto.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero fue amoroso
.
Mi padre no fue un gran hombre. Y no importa. Los grandes hombres ocupan a veces, demasiado lugar. Asfixian. Y son acreedores de deudas que nos hacen la vida más pesada. Visto así, por suerte, mi padre no fue un gran hombre. En muchas cosas fue sólo un pequeño hombre. Pero más allá de todo fue algo más difícil y más importante. Mi padre fue un buen hombre.
Agradezco eso. Gracias, papá, por tu vida...

Nota: si quieren escuchar este texto en audio, puden encontrarlo en:
http://www.lv3.com.ar/rony/reflexiones.asp

3 comentarios:

  1. También yo tuve la fortuna de que mi padre no fuera un "Gran Hombre". Y este relato me trae una y otra vez recuerdos parecidos que he vuelto a disfrutar. GRACIAS, Sergio Sinay. GRACIAS, Mirta Núñez.

    Orlando Moure
    http://www.ompersonal.com.ar

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  2. Gracias Mirta por regalarnos este regalo de Sergio Sinay, que con esa hondura de sentimientos, nos enseña a todos una hermosa manera de mirar al propio padre.

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  3. Estimada Mirta:

    Rápidamente quisiera contarle algo.
    Tal vez nada tenga que ver mi comentario con algo importante para su sitio ó sus lectores, ó tal vez nada aporte a su estadística de aquellas notas ó comentarios mas debatidos.
    Lo cierto es que durante toda esta semana y hace días es que me encuentro trabajando mucho, muy ocupado en mis actividades y dejando incluso trabajo para mas adelante debido a la gran cantidad de cosas por hacer.
    Ni cuenta me doy del tiempo, y ahora me doy cuenta también de todo lo que uno va perdiendo......pavadas tal vez,....pero ahora que paré un poco,....pienso de que podría tal vez simplemente y digo simplemente eh.....estar en casa con mi familia tomando mi café con galletitas, ó esperando la cena mientras mirás de nuevo los festejos de Boquita, ó atendés a ese amigo que siempre te llama y vos siempre estás en el consultorio ó en la oficina, ó salis a caminar ó a correr una vueltita al hipódromo y dejás un poco este cigarrillo,.....tantas cosas se pueden hacer....
    También puedo hacerlas por acá; internet me da muchas alternativas, como lo es incluso leer su espacio,.......pero estoy trabajando.
    No me doy cuenta de todo lo que uno va dejando......si, porque uno lo va dejando.......y después qué?......
    Voy al grano y le cuento de que también estas cosas puede provocar su sitio......ni bien leía el mismo, en el encabezado Ud. recomienda un texto de Sergio Sinay, titulado "Mi padre no fue un gran hombre......
    Y me terminé de rendir Mirta.......Ud, su recomendación, Sinay ó el texto......me dejó fuera de batalla y hasta las lágrimas.....es tan así que largué todo.......el Lunes el auditor durante su evaluación encontrará uno ó varios registros sin completar, encontrará alguna no conformidad significativa en algún procedimiento operativo interno pero no hallará ninguna cara seria en mi, ni percibirá ningún miedo.
    Me retiro ya y cambio hs de trabajo por vida.....pero por vida en familia, vida con mi madre, con mi hermana, con mis amistades, con el mundo,....esa vida que quizás no supe vivir con mi padre cuando él estaba, esa vida que él mismo nos negó también trabajando tanto y conociendo a un papá siempre de noche y muy tarde....cambio estas hs. por vida que me negó, por vida que le negué, por vida que él mismo no pudo vivir.....siempre tan respetuoso de las instituciones, (las mismas que no dieron nada por él cuando las necesitaba), siempre tan puntual en todo y para todos (como si alguien después revalorizaría su puntualidad y conducta) siempre tan preocupado y molesto por la falta de recursos, de trabajo y de mejorar los ingredientes del puchero (como si fuera lo único que nos mantenía felices y contentos, siempre tan cuidadoso y extremista de cuidar sus deslices y que descubrieran sus secretos (como si uno no se daría cuenta tan solo con leer sus ojos, observar su andar y reparar en sus gestos), siempre tan prolijo para encender la discusión conmigo debido al vuelo de una mosca (como así también tan adorable, cuando bajaba su cabeza y asomaba una lágrima y él siempre en silencio)...
    Por todas estas razones es que cambio estas horas....por vida, por vida con mi familia y mis amigas y amigos....
    Muchas gracias Mirta.
    Me voy!, chau papeles!, el Lunes nos vemos!.....llamaré a casa, hoy llegaré mas temprano y hasta tendré tiempo para jugar con mi perro...


    Rubén Oscar Apaza

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