sábado, 22 de diciembre de 2007

TRISTEZA Y ESCRITURA

"La tristeza es el mayor pecado, nos dice el Dante".
Mi gran pecado es no insistir con este arte que es la escritura, al fin es el único modo de hacer algo con ese resto de malestar nostálgico y, como la pintura, conlleva un sabio valor para burlar la muerte.

(del artículo "Algo de un día de tristeza", de Beatriz Cardozo, psicoanalista, publicado en la revista "Patrañas del deseo")

sábado, 15 de diciembre de 2007

GERIATRICOS: ¿ UN MAL NECESARIO O UN DEPOSITO DE VIEJOS?

Días pasados visité a una ex insana (actualmente rehabilitada por sentencial judicial) de la cual fui Curadora, en el nuevo geriátrico a donde fue trasladada porque si bien mentalmente está totalmente lúcida, el pensionado donde vivía era exclusivamente para mujeres autoválidas y ella, cercana a los 90 años, comenzaba a tener dificultades de movimiento que le impedían por ej. bañarse sola sin riesgo a caerse.

El nuevo geriátrico queda cerca de mi casa y aunque ni ella sigue siendo insana ni yo su curadora, sabiendo que está muy sola y la aprecio mucho porque es una vieja sabia, aparecí un domingo a la mañana a visitarla de sorpresa.

El lugar era chiquito. Un salón comedor con un solo televisor donde todos miraban el mismo programa, independientemente de sus gustos (ya no tiene T.V. en su habitación como tenía). La comida se la daban en la boca, como si fuera un bebé, cuando ella antes comía sola (dicen que como le tiembla la mano, se ensucia la ropa, entonces, para no lavarla, le dan da comer así). Le pedí de ver su cuarto (le habían prometido uno con 3 camas - ella antes tenía uno para ella sola con baño propio - ) y me mostró uno con 5 camas y un pequeño roperito donde no entraba casi nada. Le pedí de ver el baño y para mi sorpresa tenía sólo un inodoro y un lavatorio. "¿ Y la ducha? ¿ Dónde se ducha? ¿ Hay otro baño?". Veo que en el baño hay otra puerta, la abro y descubro que da la oscura habitación lindera, la de 3 camas, que ella había rechazado porque no tenía ventana. O sea que ese pequeño baño se comparte con 8 personas. ¿ Pero dónde se baña, M.I.? "Ahí, doctora Mirta. Vienen con baldes de agua caliente y mangueras y "me bañan" ahí. Yo ni siquiera puedo decidir a qué hora quiero bañarme."
- ¿ Ahí la bañan? ¿ A baldazos?
- Sí, acá no es como en el otro lado. Esto parece un ejército . Yo antes me despertaba a las 6 y rezaba hasta la hora del desayuno. Ahora si me despierto a esa hora no puedo prender la luz ni levantarme y sólo puedo hacerlo a las 8 para desayunar. A la noche cenamos 19.30 y a las 20 tenemos que estar en la cama. No puedo quedarme tejiendo, ni viendo un noticiero, ni leyendo, como hacía antes. Se apagan todas las luces y a dormir, tenga o no tenga sueño. De noche me ponen pañales para que no me levante al baño y me despiertan 2 veces para cambiármelos.Pero dicen que estaré aquí por unos meses, hasta que Pami me dé otro lugar, ya que estee es carísimo y mis reservas alcanzan para pagarlo 8 meses, ya hice el cálculo. Tampoco soy libre de levantarme de la mesa e ir a mi cuarto. Tengo que esperar que ellas me lleven del brazo por temor a que me caiga. Y claro, cuanto menos camino más floja me siento. Yo quiero caminar sola. Ya que vino Ud. hágame del favor de llevarme a caminar".

Me fui pensando que ese lugar era un horror, me fui dudando si tendría habilitación municipal si ni siquiera tiene ducha. Me fui pensando en esoss pobres viejos que van a terminar sus días allí y pensé que eso sí era un depósito de viejos.

Salí de ahí escuchando las palabras de M.I. diciendo:
- Sólo la fe me salva, porque si no...:-(
La viejita es la persona de más fe que he conocido en mi vida. Fe genuina, esa que fortalece y le da sentido a la vida.
No delirio místico. Casi una laica consagrada.

El geriátrico a veces es un mal necesario. Hay gente que no puede vivir en la casa ni con una persona que la cuide o como en este caso no tiene a nadie en el mundo que pueda hacer cargo de ella.

Pero le pedí a Dios que nunca un ser quiero mío necesite pasar un sólo mes de su vida en un lugar así, tan siniestro, tan deshumanizado, tal distinto de lo que merece un ser un humano en los últimos tramos de su vida.

Mirta Núñez
www.mirta-nunez.com.ar

domingo, 21 de octubre de 2007

UNA SOLEDAD POBLADA DE VOCES, de un reportaje a María Martoccia

"Yo escribo para saber cómo pienso...Evidentemente, no podemos pasar por esta vida sin crecer. Esto es raro, pero vale para todos. Y escribir, me parece, me va a ayudar a morir bien. Con más conocimiento, me atrevo a decir. Mirá, lo único que hay es el trabajo de indagación personal, de pensar. Y mi modo de pensar es la escritura".
Revista ADN, 20-10-07

ELLA, por Tamara Kameszain

Ella

Por Tamara Kamenszain

Sentada al borde de la memoria de ella me archivo como puedo en ese olvido que la trabaja entre nosotras las palabras se acortan ella no habla yo dejo de decir lo que decía la dejo que no diga para no avergonzarla juntas vamos armando un presente que no dura en ese instante precoz mi madre se queda sola porque yo como los tontos elijo seguir de largo creo que a futuro todo me espera mientras nadie a ella le da esperanzas así separadas nos vamos juntando la que oyó mi nacimiento me sienta en el borde para hacerme escuchar por ella el anticipo de su muerte vienen y van nuestros pasados compartidos van y vienen nuestros futuros distanciándose ella no sabe lo que yo no sé me pregunta ¿yo qué hago? le contesto comé vestite dormí caminá sentate el chirrido de su robot le hace caso por hoy a ese minimalismo que habrá que reprogramar mañana. ¿Sucederá que vea extenderse el desierto hasta que también le falte la caridad feroz de los recuerdos? se pregunta Ungaretti en El cuaderno del viejo mientras mi vieja se aleja encorvada hacia el desierto público de su desmemoria desde la cabecera de la cama doble la interrogan dos retratos pero ella no encuentra la contraseña quiero guiarla pero se le suelta la lengua es tu mamá es tu papá ¿te acordás cómo se llamaban? Avanza protegida por lo que no dice su amnesia y me pierde a mí en otro idioma nos encuentran sueltas nuestras maternidades adoptivas soy ahora por ella la hija que crece sin remedio para dejarla decrecer tranquila entre mis brazos así juntas nos vamos separando trabajamos hasta el borde un abismo de sonrisas porque hay otras fotos y ella bien puede no acordarse de mí pero no importa entre mi nacimiento y su muerte la de la alegría fotogénica ésa que me legó generosamente un parecido todavía está viva y nada le impide seguir siendo mi madre.

El último libro de poemas de la autora es Solos y solas (Lumen). Su último libro de ensayos es La boca del testimonio (Norma)

sábado, 13 de octubre de 2007

DETRAS DE LA GENTE, de J. M. Serrat (video)

ADONDES, de Edgar Dobry

Feliz ignorancia
de que entre todos los adóndes
se el perdió el adónde volver.

Edgar Dobry, Barcelona (2007)

EL PASADO, de Juan Forn

"Uno no se acuerda de todo y el pasado esconde cosas que va tirando de a poco. Una mínima pieza de tu pasado que irrumpe en el relato de tu vida, puesta con forceps donde corresponde, hace que todo se reacomode".

Juan Forn (argentino)

sábado, 29 de septiembre de 2007

OCIO, de Mirta Núñez

El trabajo el salud, pero el ocio también.
Trabajar para vivir, no vivir para trabajar.
Disfrutar del tiempo libre, a solas o acompañados.
Darse permiso para no hacer nada "productivo", también es salud.

Mirta Núñez
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TERAPIA

Alguna vez leí una frase que me gustó:

"Se puede vivir sin terapia. Después de."

Mirta Núñez
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AMOR DE CONDENADOS, de Carlos de la Rosa Vidal

AMOR DE CONDENADOS
Por: Carlos de la Rosa Vidal (1980) Peruano
Email: cj.delarosav@gmail.com
Del libro "Condenados a la felicidad"


Los amores son encuentros.
Observo encuentros por montones,
Observo algunos como para las novelas
Encuentros de un gigante contra un bebé.

Los amores son condenados.
Hay condenas que duran unos años,
Algunos solamente una noche de sábado.
Pero encuentros al fin.

Los amores son viajes.
Existen los que peregrinan sin ruta.
Amores con sólo un gesto revelados.
Amores de tan sólo un paso.
Y por eso condenados.

Los amores son historias de encuentros.
Y el encuentro mismo.
De quienes parten sin nada y lo pierden todo.
O de quienes parten con todo y vuelven multiplicados.
Por eso los amores son como los viajes.

Los amores son bailes.
Los hay de quienes sabiendo bailar, no bailan.
De quienes bailan porque saben.
De quienes bailan aun sin saber… ¡pero bailan!
Y también de quienes no saben nada y no se atreven.
Por eso mismo los amores cuentan tantas historias.

Los amores son canciones.
Aquellos como las que suenan en las radios.
Mayormente tristonas por el sufrir de los autores.
Por aventureros o por idiotas.

Los hay de quienes cuentan todo y no cantan nada.
Amores narrados en una sola palabra.
En donde cada letra esconde la velocidad de la marcha.
Ya ves, por eso los amores son como los bailes.

Los amores son obsequios.
Los hay de quienes esperan y nunca regalan.
Amores como los de quienes obsequian sin respuestas.
Amores como los de quienes reciben y nunca agradecen.
Felizmente hay también de quienes contestan.
Y quienes provocan el encuentro.

Los hay de quienes piensan que en el amor
encontrarán la felicidad.
Auténticamente hay de quienes
hallan el amor compartiendo su felicidad.

Felicidad que ya tienen antes de amar.
De quienes buscan a quien compartirles su felicidad.
Hay amores de quienes desean que les den felicidad.
Pobres locos que aman.
No saben que los amores verdaderos son los de los que dan.
No saben que el amor no es encontrar felicidad.
Amor es compartir la felicidad.
Una que ya tienen antes del viaje, quienes buscan amar.

Hay quienes están tristes y quieren que los hagan felices.
Pobres locos verdaderos
No saben que ellos mismos deben producir su felicidad
Una para compartirla cuando encuentren a quien amar.
Por eso los amores son viajes,
son encuentros, son historias,
Son canciones y son bailes.

Éste es el amor de los condenados.

sábado, 1 de septiembre de 2007

ESCRIBIR

“Escribir me ayudó a que los fantasmas no me atraparan”

(Mauricio Rosenfeld, escritor uruguayo)

sábado, 25 de agosto de 2007

EL ULTIMO EXAMEN, de Mirta Núñez

Hace hoy 25 años, rendí mi último examen de la carrera de Abogacía en la UBA.
Eran tiempos difíciles, 25 de agosto del 82. Año de la guerra de Malvinas.
Mi última materia fue Derecho Internacional Privado.
La rendí "libre", como casi todas las demás, ya que la facu no aseguraba al alumno la posibilidad de cursar más que una materia por cuatrimestre.
De haber seguido en ese régimen, me hubiera llevado entre 14 y 15 años recibirme.
Al haber hecho el 70 % de la carrera rindiendo materias "libres", nunca llegué a tener un grupo de compañeros ni siquiera medianamente estable.
Cada uno iba haciendo la carrera como podía, como salía sorteado o como su coraje o su temor le permitieran o no presentar a dar "libre".
Iba a rendir mi última materia y estaba sola, con 80 o 100 estudiantes más en idéntica situación, a los cuales vería por primera y única vez en mi vida.
Mi hermano , con apenas 21 años, consideró que "alguien tenía que estar", en tan importante momento. De modo que se puso su mejor traje (sabía que en Derecho no usar traje en un examen era pecado mortal),entró a la enorme aula y se sentó junto al resto de los alumnos que esperaban para rendir, como si fuera uno más de ellos. Tampoco se acostumbraba en mi Facultad tirar huevos a la salida al flamante graduado. Todo tenía que ser prolijo y ordenado.
No lo atribuyo sólo a la dictadura que imperaba, sino a una particularidad de ESA facultad, ya que en la misma época, mis amigas se graduaban en Medicina o Bioquímica y a la salida estábamos todas con huevos, ketchup, harina.
Rendí el examen oral y aprobé con 8. Una vez que el alumno se levantaba de la mesa examinadora podía salir del aula, ya que había que esperar largas horas hasta que rinndieran todos y entregaran las libretas universitarias con las notas. Obviamente, del 8 me enteré más tarde, pero sí tuve de entrada la certeza de que había aprobado y que ese sería MI ULTIMO EXAMEN.
En el mismo instante en que yo me levanté y salí al pasillo por la puerta de adelante, mi hermano salió por la puerta de atrás y NOS ESTRECHAMOS EN UN ABRAZO que jamás olvidaré. ACABABA DE CONVERTIRME EN ABOGADA.
- Hay que llamar a los viejos, que están ansiosos esperando el resultado.
Los teléfonos públicos de la Facultad, de ENTEL, no funcionaban. El único cercano estaba en la Confitería Las Artes y tampoco andaba. Obviamente, no existían los celulares, así que el llamado nunca pude hacerlo.
Llegué a mi casa, agotada por el examen aunque FELIZ de haber logrado mi META y aunque lo único que deseaba era DESCANSAR, mi padre salió corriendo a LAS VIOLETAS a comprar "de todo" para FESTEJAR.
Pronto corrió la noticia y al rato estaban en casa familiares y amigos, celebrando conmigo. ¿ Pueden creer que no recuerdo examente quiénes estaban? Yo estaba como en la luna, en una nebulosa, sin entender cómo sería mi vida de ahí en más teniendo SOLO QUE TRABAJAR (hasta entonces estudiaba y trabajaba).
Pensé ese día que sería MI ULTIMO EXAMEN.
Qué ingenuidad. Claro, tenía 24 años y no sabía que no sólo a nivel estudio sino en la vida, debería rendir muchos exámenes más.
Mirta Núñez

jueves, 23 de agosto de 2007

25 años de abogada: bodas de plata con la profesión?, por Mirta Núñez

Dentro de pocos días, el 25 de agosto , cumplo 25 años de abogada.

He recorrido un largo camino: más de la mitad de mi vida tratando de aportar mi granito de arena a la obtención de Justicia, en los cuales tuve inmensas alegrías, enormes decepciones, innumerables broncas y muchas satisfacciones.Un cuarto de siglo (¡ qué horror!) trabajando con el lema que "Ud.no es un expediente".

Durante estos largos años no sólo he realizado cantidad de cursos de perfeccionamiento en lo legal, sino que me he nutrido de otras disciplinas como la psicología social, el psicodrama, la psicologia familiar sistémica, la mediación, el coaching.

Y además, me he convertido en editora del boletín gratuito "Familia y Planificación Personal", de mi sitio web autoadministrable y este pequeño blog al que no puedo dedicarle el tiempo suficiente.

Lejos estaba de imaginar en aquel agosto del 82 que ejercería parte de mi profesión por internet o que podría ver el resultado de una sentencia desde la computadora de mi casa cualquier día a cualquier hora.

El mundo ha cambiado en estos años. Yo he cambiado, también. Sin embargo, puedo decir con la frente bien alta que lo que no han cambiado son mis valores.Sigo creyendo que ser abogado y ser honesto NO son términos incompatibles. Un GRACIAS enorme a mis clientes por confiar en mí (y a mis padres, por el estímulo y el acompañamiento que me han brindado en mis años de estudiante universitaria).

Mirta Núñez
www.mirta-nunez.com.ar

miércoles, 25 de julio de 2007

DOCTORADO INDUSTRIA NACIONAL, de Mirta Núñez

En el Liceo 9 era "la mejor alumna" y nunca presumió de serlo. Se sentaba en el banco que estaba delante del mío.
Luego se recibió de Bioquímica en la U.B.A. e hizo una excelente carrera en el Hospital de Clínicas.
Ayer aprobó con 10 sobresaliente la defensa de sus TESIS DE DOCTORADO ante un riguroso tribunal y lo cuenta con la misma humildad que cuando era adolescente y se sacaba siempre 10.
No con vanidad, sino con la satisfacción de haber hecho un trabajo con responsabilidad y compromiso.
Defendió su tesis acompañada por dos compañeras del Liceo, también bioquímicas y no imaginó que mucha gente más de su profesión iría a escucharla.
A pedido de ella, su familia llegó después, para el momento del DICTAMEN que fundamentaba la excelencia de su trabajo.
Lágrimas, emociones, risas, y el orgullo de ser UN PRODUCTO DE LA EDUCACION PUBLICA, la tan vapuleada, la tan desprestigiada, la tan olvidada a la hora de repartir los fondo$.
Pareciera que a las instituciones no las hace la infraestructura edilicia sino la gente que la integra.
Este es mi pequeño homenaje a la flamante Doctora V.M., casada, con 2 hijos, una científica argentina de quien tengo el orgullo de haber compartido 5 años del secundario.
Mirta Núñez

sábado, 21 de julio de 2007

¡ QUE LO PARIO, MENDIETA!

El 19 de julio, "se nos fue" el Negro Fontanarrosa. Tal vez sea como dice Sábato: "Dicen que hay que desconfiar de los genios, porque a veces se hacen los muertos".

Los diarios, los blogs, mis amigos, sólo hablan de él en este día del amigo. Todos coinciden en se fue "un gran tipo". Y que los vamos a extrañar. Aunque nos queden sus libros, sus dibujos, su mesa del café, su humor y su inteligente ironía.

Mirta Núñez
www.mirta-nunez.com.ar

lunes, 16 de julio de 2007

SAAVEDRA, por Mirta Núñez


Viejo... barrio...perdona que al evocarte
se me pianta un lagrimon.
Que al rodar en tu empedrao
es un beso prolongao que te da mi corazón.(Gardel y Lepera)

El sábado me invitaron a una reunión en Saavedra, el barrio donde nací y en el cual viví hasta los dieciseis años. Un barrio bien barrio.

Hacía años que no pasaba por ahí. Las veces que he pasado, ha sido siempre por Cabildo, pero nunca caminando tres o cuatro cuadras para adentro, donde estaba mi casa.

La cita era muy cerca de dónde yo había vivido, así que di por sentado que reconocería fácilmente las calles.

Sin embargo están tan distintas que tuve que fijarme en la altura para ubicarme. El edificio de planta baja y primer piso en que viví sigue estando, pero hay tantas casa nuevas que es irreconocible la zona. Ni hablar de los comercios.

Pasé por la Placita Mackenna, a la que me llevaba mi madre porque era la más cercana, cuando no había tiempo para caminar un poco más e ir al Parque Saavedra, al cual solía ir los domingos por la mañana con mi padre (todavía recuerdo el aroma a eucaliptus que había, esos frutos del árbol que juntábamos con mi hermano en una bolsita y luego los poníamos en agua sobre la estufa a kerosene prendida en invierno porque hacía bien a los bronquios, se decía).
La placita está a medio remodelar. La vi más fea.

No puede evitar el recuerdo del día que mi amiga Lala, ya adolescente, sentada en esa plaza conoció a un muchacho que la invitó a salir al día siguiente.Por suerte la cita no se concretó, porque al otro día los diarios anunciaban la detención de un joven pelirrojo, asesino serial, llamado Carlos Eduardo Robledo Puch, que si bien vivía en Olivos, paraba en Saavedra porque allí vivía su compañero de andanzas, el último que mató.

Saavedra tiene hoy muchas casas nuevas. Allí no llegó o no se permitirá la fiebre de los edificios torres.

Las calles siguen siendo tranquilas, como cuando de niña jugaba en la vereda sin peligro alguno. Digo tranquilas en cuanto al tránsito. Acostumbrada, ahora, a vivir sobre una Avenida, me pareció que allí se podía "cruzar sin mirar". Y pensar que mi madre por entonces me decía:
- Cuidado al cruzar...

Cuando estaba por llegar al lugar de la reunión dudé respecto a cuál era Correa y cuál era Ramallo. ¿ Cómo podía haberlo olvidado si eran una o dos cuadras de mi casa? ¿ Cuál de las dos era la próxima a mi casa?

La heladería "El Chungo" era antes la única del barrio, chiquita, como eran todas antes. Hoy es "LA" heladería, casi tan famosa como Freddo.

Mientras caminaba rumbo a la casa de Amalia, volví por un ratito a ser la nena que se crió en apacible barrio de Saavedra, donde no existían los supermercados sino el almacén de la esquina, donde el colegio primario quedaba a la vuelta de mi casa, donde el Pasaje Plus Ultra era seguro para aprender a andar en bicicleta, donde los vecinos salían a la vereda en las tardes calurosas, donde sólo un departamento de mi edificio tenía teléfono y allí hablábamos todos, porque no era medido, donde salir a jugar a la vereda con los amigos era lo más normal del mundo, donde viví con mis padres y mi hermano, y fundamentalmente, DONDE FUI FELIZ. En Saavedra, un barrio bien barrio.

Mirta Núñez

www.mirta-nunez.com.ar

viernes, 6 de julio de 2007

VIVIR CON VERTIGO, por Alina Diaconú

"La vida de hoy tiene el ritmo de los ríos", escribía Antonio Machado allá por los años 20 del siglo pasado.

¿Con qué imagen podríamos comparar hoy el ritmo de nuestra vida, con qué metáfora? ¿Con una cascada? ¿Con un aluvión? ¿Con un vendaval? ¿O bien con esa extraña y temible sensación que produce el vértigo? El vértigo es ese vahído, esa turbación del juicio (como dice el diccionario) que conlleva un instante de locura, un intenso y, por fortuna, pasajero desquiciamiento de nuestra mente. Pero desquiciamiento al fin. En las alturas, para los que lo padecen, es el repentino reino del pánico, del terror... el miedo al vacío, a los abismos sin límites, a la pérdida de la razón.

La vida nuestra de cada día es un remolino. La información nos apabulla: casi todo lo sabemos al instante. La adrenalina corre por nuestro cuerpo porque cada vez queremos saber más, y no hay límite en ese pozo sin fondo. Parecería que si no estamos informados de todo lo que pasa no supiéramos nada. Y en realidad nunca lo sabremos todo y siempre ignoraremos un montón. Es una lucha en la que vamos a perder eternamente. Pero insistimos, porque tenemos voracidad de conocimientos, lo cual es loable, claro está. Ponemos el noticiero de la radio mientras hablamos por nuestro celular, leemos los mensajes de texto y conducimos el auto con una sola mano. Todo al mismo tiempo.

En un taxi o en el coche de un amigo, seguimos igual. Hablamos con nuestro interlocutor, pero en realidad estamos pendientes del teléfono móvil que suena y vibra en nuestro bolsillo, de las fotos que podemos sacar (hay casi 25 millones de celulares en la Argentina). En los bares, estamos atentos a lo que se ve en el televisor colgado en lo alto (por lo general, partidos de fútbol o de tenis), mientras tocamos las teclas de la notebook, desplegada sobre la mesa del café, para saber si entró un e-mail nuevo (se están vendiendo 300 computadoras portátiles por día en nuestro país).

En las oficinas, ni hablemos. Hay una sobrecarga: la vista clavada en la pantalla que nos acerca instantáneamente todos los mundos posibles. Los negocios, las noticias, la meteorología, los viajes, los deportes, el arte, las ciencias, lo que queremos comprar, lo que queremos vender, todo, absolutamente todo, al ritmo de nuestros deseos.

La tecnología y las maravillas que ha traído la modernidad hacen que todos seamos hombres y mujeres orquesta. Mientras cocinamos un guiso con una mano, calentamos la comida de los niños en el microondas con la otra. Contestamos el correo electrónico en el escritorio y conversamos con un amigo gracias al teléfono inalámbrico, pasando así de un cuarto a otro y enderezando, al pasar, la alfombra del living o los cuadros en la pared. Leemos mientras escuchamos música, en los medios de transporte o a la noche, para potenciar el efecto del somnífero. Y cuando salimos, nos mareamos en las megatiendas y en los supermercados y vemos cómo los chicos pasan horas hipnotizados con el chat y con los juegos electrónicos.

En esta locura hiperkinética vivimos día tras día. Ya ni nos damos cuenta de las mil cosas que hacemos al mismo tiempo. ¿Quién va a dar crédito a las palabras de aquel monje budista que un día nos dijo que no pueden hacerse dos cosas a la vez? ¿O al refrán popular que sostenía que no podemos tener el trasero en dos sillas? El ritmo de los videoclips no fue un invento artístico: es la copia de nuestra realidad diaria. Casi no podemos terminar una acción que ya está la otra, superpuesta, mientras llega la tercera que se le va a sumar.

No tenemos tregua. Vivimos excitados, sobresaltados. Corremos de un lado a otro, y cuando nos detenemos es para darnos cuenta de todas las cosas que aún nos falta hacer. En esta era que a la clase media le toca vivir se ha llegado muy alto. Tan alto que el vértigo nos acecha. Y, con este vértigo, ¿cómo no van a aumentar los ataques de pánico, las fobias y otro montón de enfermedades llamadas "de la civilización": enfermedades cardíacas, hipertensión, bulimia y anorexia, y, por supuesto, el insomnio, que afecta a un 30% de la población mundial.

A todo esto se lo llama estrés y casi parece imposible no sufrirlo. ¿Quién no vive hoy día estresado, alienado, desbordado? ¿Y cómo no se va a estar estresado con el ritmo enloquecedor que se ha apoderado de nuestra existencia y que, al parecer, no podemos o no sabemos controlar?

Escribió el psiquiatra y pensador R. D. Laing en La política de la experiencia : "Hemos nacido en un mundo donde la alienación nos espera con los brazos abiertos. Somos hombres (y mujeres) potencialmente, pero nos hallamos en un estado alienado y dicho estado no es simplemente un estado natural. (...) Como adultos, hemos olvidado la mayor parte de nuestra infancia: no sólo su contenido, sino también su sabor. Como hombres, apenas si recordamos nuestros sueños".

¿Cómo hacer para parar este vértigo que nos abruma y marea, esta vorágine que nos devora, esta ansiedad por tenerlo todo, por abarcar lo inabarcable, por controlar lo incontrolable, por no perderse nada de este atractivo mundo de la tecnología?

Los gimnasios llenos de gente hablan de cierto grado de toma de conciencia. Y también las personas corriendo en los parques, haciendo footing por la mañana, buscando lugares paradisíacos para los fines de semana largos y para sus vacaciones . Pero ¿será suficiente? ¿O habrá que hacerse un cuestionamiento más profundo que implique un cambio interno realmente transformador?

"¿Qué es esta vida cuando, llenos de cautela, no tenemos tiempo de detenernos y contemplar?", dice un poema de William Henry Davies. No se trata de vivir fuera de este tiempo tan prodigioso. Se trataría, más bien, de que las cosas no giren locamente, de encontrar un eje, un equilibrio que evite el vértigo; de avanzar dentro de uno mismo con un entusiasmo y un tesón idénticos a los que usamos para acceder a los progresos de afuera. Simplemente, encontrando una serenidad que nos es propia, esencialmente nuestra. Esta serenidad existe, es, aparece y surge con naturalidad cuando estamos en silencio, mirando un atardecer o el cielo estrellado. Cuando nos permitimos dejar de lado las especulaciones de la mente y abrir nuestro corazón.

Alina Diaconú es escritora. Su libro más reciente es Intimidades del ser .
http://www.lanacion.com.ar/opinion/nota.asp?nota_id=922432 LA NACION 03.07.2007 Página 19 Opinión

sábado, 16 de junio de 2007

MI PADRE NO FUE UN GRAN HOMBRE, por Sergio Sinay

Mi padre se llamaba Moisés. Era hijo de Miguel y de Lea. Fue hermano de Marcos y de Rubén. Fue el marido de Miriam. Fue el padre de Horacio y de mí. Era el abuelo de Iván y de Javier. Cuando murió, hace dos días, tenía 85 años.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero hacía el más sabroso café con leche que jamás probé. Nos los preparaba cada mañana a Horacio y a mí, cuando íbamos al colegio, y nos lo servía con unos enormes panes con manteca y dulce.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero pelaba las naranjas como nadie. Las dejaba sin un rastro de ollejo, brillosas, lisas, tentadoras. Yo no quería comer naranjas si no las pelaba él. Mi padre no fue un gran hombre. Pero llenó de libros nuestra casa de la infancia y los dejó absolutamente a nuestro alcance. Nunca dijo "ese libro no es para vos". Y así aprendimos a amar la lectura desde chicos. Todavía hoy leo como entonces, como él. Con voracidad, con desorden, con placer. Mi casa está llena de libros, las bibliotecas son los muebles principales.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero a los 84 años aprendió a hacer señaladores de cuero, con sus dedos agarrotados, y me regaló uno, simple, bello y austero, con el que hoy guío mis lecturas.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero cuando yo tenía 10 años y Horacio 7 y vivíamos en La Banda, Santiago del Estero, compró entradas y un 9 de julio nos llevó a la cancha del Club Mitre a ver a River, que venía de gira. Seguimos el partido subidos a un sulky, porque no había lugar para nadie. Fue la primera vez que vi a River, y lo vi con Carrizo, con Lostau, con Labruna, con Pérez, con Pipo Rossi. Mi padre era hincha de Independiente, nosotros nos hicimos de River.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero nos llevaba cada domingo a la cancha a ver a Central Argentino, de La Banda, a pesar de que él era hincha del eterno rival, Sarmiento. Y hasta se alegraba con nosotros si ganaba Central.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero una tarde de mi adolescencia, en la trastienda de la farmacia que él y mi madre tenían en La Banda, me explicó cómo se hacían los chicos. Tartamudeaba y estaba rojo y sudoroso. Yo ya sabía, pero me fascinó su explicación.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero cuando hice mi viaje de egresado, en tren desde Santiago a Mendoza con mis compañeros del Colegio Nacional Absalón Rojas, me llamó aparte en el andén y me dio tres preservativos. "Tomá, por si los necesitás", me dijo. Y otra vez estaba rojo y sudoroso.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero un día, cuando cumplí doce años, se apareció en casa con el curso de dibujo de Los Doce Famosos Artistas como regalo. Y yo, que amaba las historietas, tuve como profesores a Hugo Pratt, a Alberto Breccia y a otros así.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero cuando me acariciaba, y me acariciaba mucho, tenía las manos tibias; y cuando me besaba, y me besaba mucho, tenía los labios suaves y húmedos.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero un día, cuando un chico más grande que yo, uno de los pesados de la cuadra, me estaba dando una paliza en plena calle, él apareció de la nada y cagó a patadas en el culo a mi enemigo.

Mi padre no fue un gran hombre. No me enseñó a manejar, pero resultó lo bastante confiado como para dejar las llaves del auto a mi alcance, de manera que una siesta las agarré, subí al Fiat 1500 verde y debuté por mi cuenta paseando durante dos horas, maravillado de que semejante artefacto respondiera a mis movimientos. Cuando se lo conté, mi padre sonrió casi complacido, casi aliviado.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero venía a verme cuando yo jugaba al basquet en los infantiles y en los cadetes del Club Olímpico y, al principio, me llevaba a los entrenamientos, y a mi hermano también. Y aunque él era un patadura, yo, creo, jugaba para él, para que él me admirara.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero, aunque jamás aprendió a andar en bicicleta, me sostuvo en la mía y no me soltó hasta que pude mantener el equilibrio por mi mismo. Y yo sabía que no me iba a dejar caer.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero lagrimeaba de orgullo cuando nos presentaba a Horacio y a mi y decía ``Estos son mis hijos´´. Lo decía con el mismo énfasis cuando eramos chicos y cuando nos hicimos hombres.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero nadie sabia contar ``El patito feo´´ como él. Y nadie tuvo su paciencia para narrármelo una y otra vez, siempre con el mismo entusiasmo, cada siesta y cada noche de mi niñez temprana, respetando mi necesidad de volver a oir mi cuento favorito.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero todavía a sus ochenta y pico era capaz de poner inyecciones como nadie, sin que sintieras ni el pinchazo ni el dolor. Muchas veces preferí inyecciones a otro remedio, porque sabia que estaba él para ponerlas.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero descubría siempre los mejores chocolates.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero hasta el último domingo de su vida leyó el diario de pe a pa y era un interlocutor informado y apasionado de los sucesos del mundo y de la vida.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero amaba el cine y las películas y nos enseñaba a amarlas junto a él; nos llevaba a las matinés del cine Renzi y a los estrenos del Petit Palais, del Grand Splendid, del Select o del 25 de Mayo. Disfrutaba como un chico de las de cowboys y hacia el sacrificio de llevarnos cinco días seguidos a ver ``La Cenicienta´´ o ``Sanson y Dalila´´ con Víctor Mature y Hedy Lamar. Ahora, en sus últimos tiempos, seguía contando escena por escena, como un personaje de Manuel Puig, cada película que veía en el cable, y lloraba de emoción o de bronca, según fuera una escena de amor o de injusticia.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero era el mejor público para contarle un chiste. No había que hacer grandes esfuerzos narrativos, el se descomponía de risa por el solo hecho de saber que era un chiste.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero cada vez que mi madre se lo pedía era el mejor ayudante de cocina. Nunca vi a nadie batir claras a nieve, como él. A mano.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero tenía la letra mas bella y firme que yo conozca. Me fascinaba ver cuando escribía cartas, cuando firmaba boletines o cuando hacia los discursos que después leía en las reuniones de la colectividad judía-santiagueña; yo observaba hipnotizado como iba surgiendo sobre el papel el dibujo de su caligrafía y como el mismo disfrutaba mientras su mano cobraba velocidad, calor e inspiración.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero me enseñó, con sus actos, que un hombre sI puede llorar. El lloraba de emoción o de dolor.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero supo despedirse antes de partir. El domingo a las cinco de la mañana me desperté y no pude volver a dormir por un largo rato. Era una hora silenciosa y quieta. De marea en baja. Entonces supe que, en la sala de terapia intensiva del hospital, él estaba muriendo. Que me despertaba suavemente, como cuando en las mañanas frías del colegio se acercaba a mi cama, me tocaba suavemente el hombro y me decía, en un susurro, `Pichu...arriba´´. Y que esta vez lo hacía para despedirse. En mi cama, en la oscuridad, no luché contra el insomnio, simplemente me despedí de él, le deseé buen viaje, le agradecí lo que tenía que agradecerle y le hice saber que, por mi parte, no había cuentas pendientes entre nosotros. Ninguna.

Me dormí nuevamente a las siete y el teléfono sonó a las ocho para pedirnos que fuéramos con urgencia al hospital. Entonces le dije a Marilen: ``Mi Viejo murió hoy a las cinco y media, es eso lo que nos van a informar´´. Un par de horas después, nos entregaron un certificado de defunción que decía: ``hora del fallecimiento: 5:30´´.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero enfrentó a la muerte entero y vivo. Peleó con sabiduría, conocedor de que la batalla sería posible mientras hubiera equivalencia. Cuando sintió que ya estaba, que había hecho lo suyo, que las reglas de juego habían dejado de ser parejas, dijo basta
. No lo dijo como un derrotado. Había comido una porción de las grandes (como a él le gustaban) de la vida; su último año y medio había sido de placer, de reivindicación y de buena vida. Entonces decidió que estaba a punto y murió. En su muerte, fue un modelo. Y no es poca cosa.

Mi padre no fue un gran hombre. Pero murió como un señor. Sin degradarse sin deterioro, sin corromperse, como una persona íntegra y consciente. No huyo, no tuvo miedo, llego vivo a su muerte. Y cuando lo vimos, antes de ocupar su cajón, su rostro era plácido, pacífico, como quien sueña sueños íntimos y felices o como quien observa deslumbrado algo que lo hará feliz pero de lo que no quiere hablar. Era, en ese momento y en ese lugar, en la morgue del hospital, nada menos, un viejo hermoso y sereno.

Así nos despidió. Soltándose, soltándonos.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero fue honesto.
Mi padre no fue un gran hombre. Pero fue amoroso
.
Mi padre no fue un gran hombre. Y no importa. Los grandes hombres ocupan a veces, demasiado lugar. Asfixian. Y son acreedores de deudas que nos hacen la vida más pesada. Visto así, por suerte, mi padre no fue un gran hombre. En muchas cosas fue sólo un pequeño hombre. Pero más allá de todo fue algo más difícil y más importante. Mi padre fue un buen hombre.
Agradezco eso. Gracias, papá, por tu vida...

Nota: si quieren escuchar este texto en audio, puden encontrarlo en:
http://www.lv3.com.ar/rony/reflexiones.asp

domingo, 10 de junio de 2007

lunes, 4 de junio de 2007

jueves, 31 de mayo de 2007

EL PASADO, por Mirta Núñez

"El pasado no puede ser modificado, pero sí resignificado".

La vieja fotografía en blanco y negro que guardamos dentro nuestro en forma estática, de pronto puede transformarse en una de color y con movimiento, si nos permitimos acercarnos a ella desde otro lugar.

Los monstruos que recordamos como feroces, pueden ser haberse convertido en pequeños gatos de peluche.

A veces es necesario volver "al lugar del crimen".
Para comprobar que las marcas de nuestra sangre han sido borradas por el agua de tantas lluvias y por el calor de tantos soles.
Para percibir que hay otros aromas, otras texturas, otras dimensiones.

No se puede andar por la vida con las marcas siempre activadas.
Sin negar el pasado, se lo puede ver de otra manera, porque como dice el poeta "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".

Todo es cuestión de animarse a ver el devenir de las cosas y no quedar anclados en el ayer.Cambia, todo cambia: el pasado también?Seguramente, si nos permitimos transformarlo dentro nuestro en algo positivo.Si en lugar de aferrarnos a él, lo dejarmos ir, lo remontamos como un barrilete y permitimos que soplen nuevos vientos.

MIRTA NUÑEZ
www.mirta-nunez.com.ar

sábado, 19 de mayo de 2007

VER PARA LEER, de Juan Saturain

"Si la lectura no da placer, no sirve para nada".

Juan Saturain es periodista, escritor y guionista. Actualmente conduce con simpatía un programa "VER PARA LEER", los domingos a la medianoche por Telefé. Vale la pena verlo.

viernes, 18 de mayo de 2007

MURGA, de Mirta Núñez

Conozco la murga uruguaya a través de una amiga que vive en Montevideo y me ayudó a descubrirla.

Hoy, otra amiga, me habló de la murga española. Hay una llamada "Cádiz: Araka la Kana" (que no es la misma que la uruguaya Araca la Cana) y a modo de presentación me pasó este fragmento de una de sus letras:

"Y he visto tanto mal en esta tierra que ya solo queda que cuando me vaya del mundo canalla pueda ver el cielo que me han prometido, y por lo menos me consuele el reino del que llaman Dios porque el infierno ya lo he vivido."

Fuerte, verdad?
Mirta Núñez

domingo, 13 de mayo de 2007

De Fernando Pessoa

De todo quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando, la certeza de que había que seguir y la certeza de que sería interrumpida antes de terminar.

Hacer de la interrupción un camino nuevo, hacer de la caída un paso de danza, del miedo una escalera, del sueño un puente, de la búsqueda, un encuentro.

Fernando Pessoa

lunes, 7 de mayo de 2007

LA VERDAD, de Charles Péguy

"Decir la verdad, toda la verdad, nada más que la verdad; decir brutalmente la verdad brutal, molestamente la verdad molesta, tristemente la verdad triste."

Charles Péguy (escritor francés 1873-1914)

sábado, 5 de mayo de 2007

PUEDO, de Danila Pedruzzi

Danisa Pedruzzi
danisa@edicionesmemento.com
Fuente: Revista Campo Grupal, mayo 2007, www.campogrupal.com


Puedo encontrar oro en cualquier parte. Mudarme -pero que esta vez dure-, dejarme de joder con las noches de insomnio y sucumbir sin drama a desaparecer por unas horas. Puedo dormir despierta. No comerme las uñas porque arriba están las postizas. Puedo conservar el equilibrio, si así me lo propusiera, durante la vida entera. Pero creo que las bombas finalmente estallan.

Puedo enamorarme de alguien que nunca voy a conocer del todo y lograr que eso me mantenga viva. Puedo necesitar a ese hombre más que el agua. Puede no importarme que todo sea una mentira y olvidarme de que muero un poco
cada día. Puedo buscarte en cada nueva presentación y descubrir que no sos y seguir esperando con fe. Puedo armar la familia que elegí, desarmar la que no y todavía no estar muy convencida. Puedo ser espectadora pasiva del fuego en el hogar. Y de la lluvia sin gotas. Puedo quedarme inmóvil viendo caer una cortina de agua y volar en pedazos con la primera gota que me toque. Puedo jurar que estás en alguna parte. Ser feliz hoy y mañana dejar de intentarlo.

Puedo encontrarme en el silencio y lograr que las palabras dejen de torturarme aunque sea un rato. Llamar a mi antigua casa y preguntar quién vive. Y sentir que es una falta de respeto (una usurpación) porque todavía estoy ahí. Acá también pero sin vos. Puedo sentir que es una lástima que no seas éste, ni el otro, ni el de más lejos. Me gustaría armarte con un pedacito de cada uno. Y dejar que me descubras porque ahí está la gracia. También tenés que sentir que soy yo, y decir está bien, acepto de todos modos. Puedo envidiar a Tess y enamorarme de los muertos. Pensar que sólo yo tengo sensibilidad y asumir que eso me hace estúpida.


Puedo pensar que mis ideales, vistos de cerca, tampoco son tales. Y que nada de esto importa si como ahora te siento cerca.

sábado, 28 de abril de 2007

VOLVER A LOS 17, DESPUES DE VIVIR UN SIGLO (de Mirta Núñez)

Terminé el bachillerato en el Liceo 9, cuando aún faltaba un cuarto de siglo para llegar al XXI. La primer reunión de egresadas se hizo en mi casa, a fines del 91, tras un largo rastreo de teléfonos de las casas en las que aún vivían los padres de algunas compañeras. Lo organizamos Mónica y yo: mi compañera de banco, mi amiga de toda la vida.

¿ Cómo olvidar aquel reencuentro?

Cada timbre que sonaba era un griterío de mujeres preguntándonos si nos reconocerían o si reconoceríamos a la que se acababa de anunciar en el portero eléctrico.

Se quedaron hasta las 4 de la mañana y cantamos como en las viejas épocas. Por suerte, no había habido en nuestra división (la gloriosa 5to. 3ra.), ninguna " desaparecida". Eso ya era motivo suficiente para festejar la Vida.

Lejos estaba de imaginar aquella noche de algarabia y euforia que, pocos días después, estaría llorando la pérdida más dolorosa de mi vida.

La segunda reunión se hizo al poco tiempo, invitando a la profesoras, pero no fui. Estaba en pleno duelo. Luego nos seguimos reuniendo cada 5 años aproximadamente, en la casa de alguna compañera, sin maridos ni hijos presentes.

La penúltima reunión fue hace exactamente un año, pero esta vez decidimos no esperar otros cinco años. ¿ Será que la vida pasa más rápido ahora? Nos reunimos el sábado pasado. Hace un par de meses abrí una lista de correo para que estemos comunicadas y así fue que organizamos este encuentro, por primera vez en una confitería y no en una casa.

Lugar de encuentro: la puerta del Liceo, propuso alguien." Qué chiquito que parece el frente. Yo lo veía más grande antes". Las paredes tienen murales que antes no estaban y una pintada que dice: "A 30 años Los Lápices siguen escribiendo". El enorme portón verde ya no es verde ni parece tan enorme. Ahora, además, le pusieron un reja adelante.

Desde allí fuimos a tomar algo a El Torreón, una confitería de Belgrano R a la que solíamos ir, a veces, en esos tiempos. "Yo nunca estuve acá". "Sí que estuviste, si el último día de clases vinimos todas juntas". "No, acá venían Uds., nosotras íbamos al Bar del Sol, que ya no existe más". "Era muy caro este lugar, yo almorzaba en la pizzería El Ciervo de Oro" . "Mirá, era ahí enfrente: ahora hay un pub irlandés, "Matías". "También íbamos a Cabildo". "¿ Se acuerdan cuando inauguraron MS (Modern Saloon)"?

Mirando retrospectivamente pienso que al ser una escuela pública ubicada en Belgrano R, había de todo: - Las que efectivamente vivían por ahí (clase media alta, padres en buena situación económica, hermosos departamentos). - Las que vivíamos en Saavedra, Núñez, Villa Urquiza (clase media baja) - Las que no sé dónde vivían pero eran muy pobres. El Liceo nos albergaba a todas por igual.

Las diferencias, en todo caso, las hacíamos nosotras con nuestra torpeza adolescente, siempre divididas en subgrupos que parecían incompatibles. "Las tragas y las vagas". "Las vírgenes y las que se acostaban con su primer novio". "Las militantes y las burguesas". "Las dóciles y las rebeldes". "Las que venían de colegio primario inglés y las que veníamos de la escuela pública". "Las que escuchaban rock nacional y las que escuchaban a Roberto Carlos".

Me pregunta una amiga actual por mail:- ¿Cómo se ve en el conjunto el paso de los años? No me refiero a las arruguitas que no estaban cuando frecuentaban el Liceo, sino a todo lo demás. Contáme un poquito."

Cómo se ve? Y le respondo: - Increíble...! Con algunas con las que antes no tenías nada que ver, ahora te sentís más cerca. Cada cual carga con su historia de vida de éxitos y fracasos y se habla con una sinceridad y una profundidad inusual en el frívolo mundo en que vivimos. Sin caretas, con esa confianza de estar protegida por" las chicas del secundario", como si siempre hubiéramos seguido la amistad, cuando en realidad cada una se sigue viendo a lo sumo con una que se convirtió en su amiga-eterna. Muchas intelectuales, con dos o tres carreras universitarias; otras aún haciendo posgrados, escribiendo libros, etc. Otras habiendo renunciado a todo por el matrimonio. Algunas casadas por única vez, otras 3 veces reincidentes, otras solteras, algunas que no han podido tener hijos, otras con hijos ya universitarios. Una festejándole los 50 años de casados a los padres. Otra enterrando hace poco a su madre. Otra con la madre internada con un infarto desde el día anterior. Padres que se van muriendo. Sobrinos. Dos con un hermano muerto hace muchos años. Otras con hermanos que no maduraron. Necesidad de compartir entre mujeres temas de mujeres. Una, recién divorciada luego de 32 años de noviazgo y matrimonio creyendo que tiene todo por hacer todavía, sin haber caído en la cuenta que no es tan fácil encontrar una buena pareja pero con la ilusión de que sí, de que es ahora o nunca. Otras, que tuvieron muchos novios, hoy mujeres casadas, serias y formales. Una compañera que vive en un país limítrofe desde que terminamos el colegio, habiendo viajado especialmente para reunirse con nosotras ese día. Indescriptible emoción. No sabíamos que venía ,ni que estaba enterada del encuentro. Divorcios, violencia psicológica o física, rematrimonios, amantes, nada. Casi todas profesionales y llamativamente muchas científicas. Compartir. Decirnos "estás igual". Reconocer "qué egoísta era yo, no te permitía que te copiaras de mí en las pruebas". Enterarnos de qué profesoras murieron, cuáles viven aún, saber que la Rectora actual era compañera de la hermana menor de mi amiga Mónica. "¿ Cómo que una amiga de tu hermana es la Rectora, si eran más chicas que nosotras"?, exclamé, como si "esa chica", no tuviera edad para ser Rectora. "Tienen 45 años, Mirta". Glup. Claro.Comentarios sobre cómo es el Liceo ahora, al cual fueron también las hijas de algunas compañeras. Buenos recuerdos de la excelencia educativa que recibimos, que dicen aún se mantiene o se ha superado aún. Si, en la tan vapuleada y deteriorada escuela pública argentina. "De todo, como en botica", le sinteticé a mi curiosa amiga.

La opinión unánime fue que lo pasamos bárbaro y que quieren que se repita más seguido. Esta vez alguien dijo que "no esperemos otro año para reunirnos". Por supuesto las resonancias del encuentro siguieron aún esa misma noche por mail, en nuestra lista de correo, donde "al rato de llegar a casa", recibí por la lista de correo, las fotos digitales recién tomadas. Cosas de la tecnología del siglo XXI. Cuando iba al Liceo sólo tenía una Kodak Fiesta que sacaba en blanco y negro y después en color unas fotos cuadraditas. Se acuerdan?

¿ Se borraron las diferencias? No, para nada. Seguimos siendo diferentes unas a otras. El secreto está en que los años vividos nos enseñaron a respetar y comprender las diferencias y a enriquecernos con ellas. "Hablamos a corazón abierto", dijo alguien post-reunión y eso no es poca cosa para los tiempos que corren. No hablamos de política, de cine ni de cómo hacer negocios juntas. HABLAMOS DE NOSOTRAS. Y nos quedamos con ganas de más. No había música en El Torreón, pero secretamente nos pareció escuchar que la Negra Sosa susurraba:

Volver a los 17, después de vivir un siglo es como descifrar signos sin ser sabio competente. Volver a ser de repente, tan frágil como un segundo, volver al sentir profundo como un niño frente a Dios. Eso es lo que siento yo, en este instante fecundo... Lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber, ni el más claro proceder, ni el más ancho pensamiento. Todo lo cambia el momento cual mago condescendiente, nos aleja dulcemente de rencores y violencias. Sólo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes.

Mirta Núñez (diciembre de 2006)
www.mirta-nunez.com.ar

jueves, 26 de abril de 2007

PROSA Y VERSO PARA MI ABUELO, de Mirta Núñez

En octubre de 1985 viajé a Europa y uno de mis principales objetivos era conocer las aldeas donde nacieron mis abuelos paternos, en Galicia.
De mi paso por esas tierras, nació, a mi regreso, este texto:

"Y el abuelo entonces/cuando yo era niña, me hablaba de España/ del viento del norte, de su vieja aldea/ y de sus montañas" (Alberto Cortez, "El Abuelo")

Abuelo, gallego "grande", con las arrugas bien marcadas en la frente. Tu escaso cabello canoso sobresaliendo alrededor de la boina, como un contraste de colores y de tiempos. El paso lento, disimulado, para que nadie descubra que ya tus piernas no son las de un muchacho. Tu tono de voz fuerte, como si siempre estuvieras enojado.

Así te encontraría, seguramente, si pudiera dominar el tiempo; si fuera posible - por un instante - borrar la muerte, esa ladrona que llega a destiempo, te arrebata en un momento...y para siempre. Así te encontraría, por ejemplo, un domingo a la mañana en el Parque Centenario.

Te aseguro abuelo, que tengo que lograrlo...aunque más no sea en sueños o escribiendo un cuento:hoy siento que es necesario.

Esta vez no vengo a pedirte que juegues conmigo un rato ni a mostrarte el boletín ni a pedirte que repitas tus relatos.

Hoy soy yo, la que contando,quiere mimarte un rato.Pero nada de llorar: ese es el trato, nosotros lloramos, a escondidas en el baño.

Esta vez tu nieta es grande y te convida un cigarro:¡ Vamos, te invito un café!¡Habrá tanto que contarnos!

No voy a decirte que me recibí, que todavía no encontré el amor, ni que tengo un buen trabajo.Es más sencillo y tan grande,que no sé cómo expresarlo.

Sucede - sencillamente -que ya conocí tu tierra,que ya visité Galicia, que ya respiré en tu aldea.

Sucede - y es increíble -que ya pude ver tu casa,la antigua casa de piedra,de la que siempre me hablabas.
Aquella, la del de los plantas,la del tejado y el gato,la misma que te albergó junto a tus padres y hermanos.Esa de la cual partiste,hace tantos, tantos años!

Tu casa de juventud...Las tierras que trabajaron tus manos de labrador, me causaban estupor.Era entrar en tu pasado.

Esa niña que de pequeña escuchaba asombrada tus relatos de inmigrante, hoy ya mujer (y con vos del otro lado de la vida), atravesó los mares y los tiempos para reencontrarte.

Respiré profundo, contuve las lágrimas que ahogaban mi garganta, di mil vueltas alrededor de la casa, tomé una fruta de un árbol tal vez plantado por tus manos, la mordí y la tragué junto con la emoción que me provocaba estar allí.

La noche me sorprendió caminando de tu aldea hacia la de la abuela. La pobreza y la soledad calaron mis huesos. Mis raíces se afirmaron definitivamente en Galicia, marco geográfico en que me reconozco e identifico.

Mi abuelo volvió conmigo al lugar; porque puedo asegurar que estaba allí, sólo que se escondía para que su nieta no lo viera llorar. Yo hice lo mismo. Ese era el pacto.

Mirta Núñez (1985)
www.mirta-nunez.com.ar

EL ACTO DE ESCRIBIR, de Jean-Marie Le Clezio

La meta de conocerse a sí mismo es lo más esencial para un escritor. El acto de escribir es una manera de entender lo que soy y de percibir a los demás. No se trata tanto de expresar “ideas”, sino que busco entender lo que soy y en las cosas que creo. Escribo para traducir mi relación con lo cotidiano.

Jean–Marie Le Clezio

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-6163-2007-04-26.html

viernes, 13 de abril de 2007

MADRE CORAJE, de Mirta Núñez

Jacinta, en tiempos de la dictadura, vio partir tres hijas al exilio.
Cada una a un distinto país y en distinto momento.
No derramó una lágrima.

Cuando regresaron - con la democracia - tiró a la basura todos los almanaques donde iba tachando cada día de sus ausencias.
Se soltó un gran rodete.
Su pelo lucía extrañamente largo para una persona de su edad.

Dijo:
- Ahora sí me lo puedo cortar. Había hecho una promesa de no hacerlo hasta que regresaran.

Las estaba esperando con la comida caliente, como siempre.
Como si el tiempo no hubiera pasado. Sin reproches, sin reclamos.

Nunca supo nadie de su dolor.

Mirta Núñez
www.mirta-nunez.com.ar

Y TU MAMA TAMBIEN

Autora: Sandra Russo

–Tu mamá, ¿cómo anda?
–Bien, gracias.
–¿Cada cuánto la ves?
–Una o dos veces por mes.
–¡¡¿Una o dos veces por mes?!!
–Bueno, a veces un poco más, pero si está bien, sí, una o dos veces por mes.
–¿A veces está mal?–Bueno, una gripe, la artrosis, esas cosas.
–¡Querida! ¡Tocá madera! ¡Seguís participando!
–¿Tu mamá anda mal?
–Ese es el problema. No sé.
–¿Cómo que no sabés?
–Ella dice que no, pero yo creo que sí. A mí me conviene creer que está bien, porque así yo hago mi vida, pero íntimamente creo que no está tan bien como dice, entonces me da culpa. Si yo creyera que realmente está bien y llegara a estar mal, si pasa algo, yo no me sentiría culpable. Pero si yo tengo la sensación de que está mal y no me ocupo, si le pasa algo, no me lo voy a perdonar, ¿entendés?–
Perfectamente.
–Bueno, ¿qué hago?
–¿Qué te parece que le pasa?
–Yo creo que tiene Alzheimer.
–Mirá que tu mamá siempre fue medio pireti.
–Sí, pera ahora no se acuerda de cómo me llamo.–¡Cinthia! ¿Cómo que no se acuerda de cómo te llamás?
–Ayer me dijo: “Hola, Norita”.
–¿Quién es Norita?–¡Y qué sé yo!
–¿Y por qué no la hacés ver?
–¿Te das cuenta? Me tengo que empezar a ocupar.
–Bueno, te digo que una simple confusión o la falta de memoria no significa que tenga Alzheimer. Esperá un poco...
–¿Y si se pierde?
–¿Cómo si se pierde?–
Mirá si se pierde.
–¿Y por qué se va a perder?
–Porque ella no puede tener Alzheimer y quedarse diciéndome Norita, vas a ver. Seguro que sale para la pescadería y termina en Chascomús y a mí me va a dar un ataque de culpa tremendo.
–Entonces llevala al médico, así te quedás tranquila.
–¿Para que me diga que tiene Alzheimer? Oh, no.

Fuente: Página 12 - WebBuenos Aires-Argentina, 02 Setiembre 2003 Arquetipas, Sandra Russo

CARTA A PAPA QUE ESPERO NUNCA LEA

Autora: Vivian Lew

Estás muy viejo, papá, y yo sé que me cuidaste con todo el cariño del mundo cuando era chiquita. Y después me aguantaste en la adolescencia, y sufriste mis desilusiones y te alegraste con mis triunfos. Y siempre fuiste un buen papá.

Estás muy viejo, papá, y yo creo que debería hacer por vos lo mismo que vos hiciste por mí. Y me siento mal, horriblemente mal por no devolverte lo que me diste.

Tendría que traerte a vivir a casa, cuidarte todo el día, conversarte, no dejar que te asustes cuando la muerte se te insinúa. Tendría que darte de comer cuando lo que vos necesitás y cuando lo necesitás. Tendría que cambiarte los pañales, ya que estás incontinente, como estuve yo cuando era chiquita, y vos me bañabas y cambiabas. Tendría que sentarme a charlar con vos, horas, como lo hacías vos cuando yo era chica, y buscar el modo de alegrarte, entretenerte, matar esas largas horas de aburrimiento que supongo acercan a la muerte.

Y no lo hago. Te busco una vez por semana, los domingos, hago todo lo que puedo en ese día, te lo hago lo más lindo que se me ocurre, y te devuelvo a ese lugar, geriátrico, donde estás viviendo. Y me digo que ahí tenés médicos y enfermeras, y todos los cuidados que necesitás Pero yo sé, papá, que yo podría cuidarte mucho mejor. Pero no lo hago. Y me duele.

Elegí no vivir con vos, y no me siento buena. Elegí ir a trabajar un montón de horas, elegí atender a mis hijos y mi marido, elegí salir con amigos, elegí ir a pasear, vivir mi vida sabiendo que vos estás viviendo una vida bastante triste.

Y te aseguro que te quiero con toda mi alma. Pero si elegí no tenerte en casa tal vez porque no sólo te quiero a vos, con toda mi alma. Parece que también quiero a mis hijos, y a mi marido, y a mis amigos, y a mi alegría, y a mis rutinas y que todo esto tendría que dejarlo de lago si te invito a vivir a mi casa. Tendría que pelearme con todos esos que también quiero, y desatenderlos y desatenderme.

Y esto es muy especulativo, pero parece que mi amor da para dedicarte mis domingos, y no toda mi vida.Y pienso que no es justo, ni equitativo. Pienso que vos me dedicaste mucho más que los domingos. Y entonces pienso que vos me querés más de lo que yo te quiero, o estuviste dispuesto a dejar lado más de lo que yo estoy dispuesta.

Y busco tranquilizarme, no sentirme tan egoísta, tan desalmada Entonces recuerdo una frase de mi hijo Tacho. A veces me quejo de que yo hago algo y ellos no hacen por mí todo lo que espero. Muy tranquilo y apenado, me contestó: "Lo siento, mamá, pero es que los padres quieren más a sus hijos de lo que los hijos quieren a sus padres...y dejate de macanas y traeme un vaso de coca, que estoy viendo televisión".

Sí, papá, te quiero mucho, pero parece que también quiero mucho a mi vida, así como la estoy llevando. Y todos los domingos, cuando te deje solo en el geriátrico, no voy a tener más remedio que quedarme muy triste...hasta el día siguiente, en el que seguiré con mi vida.

LA MEJOR CITA DE BERTOLT BRETCH

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son imprescindibles.

martes, 10 de abril de 2007

UN VESTIDO Y UN AMOR, de Mirta Núñez

Ella no quería esa noche ir a una fiesta de casamiento familiar.
Acababa de cortar un noviazgo y estaba triste.

Su madre la obligó a ir:
- ¡ No te vas a quedar sola en casa...! ...¡ Vamos todos...!

Ella decidió no estrenar el vestido blanco de seda y los zapatos de taco alto que se había comprado para la ocasión.
Iba a contragusto.

Se puso un vestido azul bordado, hecho por sus manos, pero no de fiesta y unas chatitas, de las que usaba para cualquier día. Iba sólo por orden de su madre, no pensando en verse bella.

Comenzó la fiesta y el baile y un hombre la sacó a bailar.
Aceptó de mala gana. Ni siquiera era pintón.
Apenas lo escuchó hablar se fascinó. No durmió esa noche pensando en que pronto volvería a verlo.

Nunca más pensó en su ex novio.

Dice mi madre que esa misma noche supo que estaba enamorada de mi padre.

Mirta Núñez
www.mirta-nunez.com.ar

martes, 3 de abril de 2007

MIS LIBROS, de Mirta Núñez

Cuando era apenas una niña mi padre me inculcó el hábito de la lectura.

Decía el viejo:

- Mientras tengas un libro a mano, nunca estarás sola.

Tenía razón.

Hoy mi biblioteca es uno de mis tesoros más apreciados.

Varía con el tiempo, del mismo modo que cambian mis intereses.
Es dinámica.
Cuido mis libros obsesivamente.
Odio que se deshojen. Los subrayo con birome pero con regla.
Les pongo mi nombre y la fecha en las que los compré.

El día que ya no esté, búsquenme entre las marcas de mis libros.

Mirta Núñez
www.mirta-nunez.com.ar

lunes, 12 de marzo de 2007

JOAN DIDION dixit

Joan Didion en su ensayo “Acerca de tomar notas en un cuaderno”, de 1966: “A veces me engaño a mí misma e imagino que guardar un diario encierra alguna virtud valiosa. Si veo lo suficiente y lo escribo, me digo a mí misma, algun día cuando el mundo parezca vacío de maravilla, algun día en el que siga mecánicamente los movimientos de lo que se supone que tengo que hacer, ese día de bancarrota abriré mi cuaderno y allí estará todo, una cuenta bancaria de recuerdos con interés acumulado, un pasaje de vuelta al mundo que espera allá afuera. Pero no es así, escribo en mi cuaderno para recordar cómo se sentía ser yo en ese momento.”

“Escribo porque todo vuelve. Y las personas que fuimos también vuelven. Y creo que es una buena idea seguir saludándonos, por lo menos, con las personas que fuimos, aunque no disfrutemos ya de su compañía. Sino aparecen sin anunciarse y golpean la puerta a las 4 de la madrugada de una mala noche y exigen saber quién los abandonó, quién los traicionó, quién está preparado para la reconciliación. Olvidamos demasiado pronto las cosas que pensamos que nunca olvidaríamos. Olvidamos los amores y las traiciones, olvidamos lo que susurramos y lo que gritamos, olvidamos lo que fuimos. Y por eso creo que es bueno mantenerse en contacto. Y supongo que los cuadernos sirven para eso: para mantenerse en contacto.”

domingo, 11 de marzo de 2007

PIBE DE NINGUN LUGAR, de Mirta Núñez

No hay lugar para vos en el mundo, Martín, dicen los psiquiatras.
No existe.

Sé que tu vida terminará pronto, por una sobredosis de paco de cocaína, por un balazo de la policía o preso por haber matado a tu madre. Y vos no podrías vivir entre rejas: te suicidarías. Encontrarías la forma.

Dicen que tenés que estar encerrado, hacer tratamiento por tu adicción crónica, en lugares de máxima seguridad.

Ya los conociste a todos y en todos encontraste la forma de fugarte y de volver a la villa a drogarte.
Después, lo de siempre: desvalijar la casa de tu madre, pegarle, amenazarla de muerte para que dé plata, nueva orden judicial de internación…,hasta la próxima fuga.

Tu madre es insoportable, realmente. Provocó en mí el agotamiento suficiente para que renunciara a tu caso cuando fui tu Curadora Judicial.
Nunca entendí por qué ella no tiene también un juicio de insania. Está loca.
Y te enloqueció.
No por nada habrás llegado a la droga a los doce años sin poder salir todavía, cuando ya tenés veintipico.

Nunca sabré cómo fue tu historia infantil. Ella dice que feliz, normal. No le creo.
A vos sí te creí, Martín. A vos, que según el expediente eras un sujeto peligroso y que cuando te conocí me hablaste de tu pasión por el fútbol, por tu deseo de continuar el tratamiento y de tus proyectos a futuro. Y me enfrenté al Poder para defenderte, para que te den una nueva oportunidad cuando te cerraban las puertas. Porque vos te fugás, pero a la vez todas las instituciones quieren que te vayas. Y esa misma noche te fugaste.

No puedo decir que me defraudaste. Es a vos a quien te fallaste. Sé que no pudiste sostener tu abstinencia ni respetar ninguna norma... y saliste otra vez a la calle – tu infierno – a repetir esta historia circular...

Sos un tipo conocido,¿ sabés? En todas las instituciones decís Martín R. y te recuerdan. Dicen que no hay lugar para vos. Que por tu patología necesitás un lugar intermedio entre una clínica psiquiátrica y una cárcel y que no existe.

Dicen que además de adicto crónico al paco tenés personalidad antisocial y que eso no se cura.
Los empleados de tribunales dicen que te vas a curar cuando mates a tu vieja. Que irás a la cárcel, pero zafarás.

Hace un mes que estás en Devoto. Ahí no habías estado nunca. Tu madre fue quien denunció que la quisiste matar con un cuchillo y le pide al Juez que no te suelten. Lo único que la tranquiliza es saberte encerrado. En un loquero, en una cárcel, en cualquier lado, pero lejos de ella.

No sé cómo seguirá tu historia, Martín, pero que ese encierro que dicen que necesitás, no sea tu cajón fúnebre. No le des el gusto.

Mirta Núñez
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